turístico debe estar integrado con estas regiones, cambiando los horrores y recuerdos de la guerra por la transformación a territorios de paz, a través de la puesta en marcha de un turismo consciente, responsable y sostenible. Es la unión hacia un mismo fin de todos los actores o protagonistas de ‘la industria sin chimeneas’: gobierno nacional, autoridades locales y regionales, gremios, los prestadores de servicios turísticos, la academia y el habitante local.

Se busca sembrar la semilla de la reconciliación y llegar hasta aquellas regiones en las cuales sus

comunidades han sido víctimas por muchos años del conflicto armado, pero que, gracias al arraigo en su entono, a su férrea voluntad de convivencia y a las inmensas ganas de salir adelante, tomaron la decisión de tener en el turismo un proyecto de vida digno y productivo, permaneciendo en su terruño, protegiendo la naturaleza y conservando su identidad cultural.

La idea germinó en el marco del XII Seminario Internacional de la Organización Mundial del Turismo,

OMT, realizado en junio de 2014 en Bogotá, en el cual las autoridades turísticas, los gremios del sector, la academia y representantes de las comunidades de varias zonas del país que fueron afectadas por el conflicto armado —en las cuales el turismo ha sido capitalizado como una estrategia “sensible a la paz”— se comprometieron a la adopción de la “Declaración de Bogotá de Paz a través del Turismo”.

En desarrollo de la declaración se consideró relevante adelantar unas experiencias que sirvieran de

modelo al país en la implementación de los criterios fundamentales y se seleccionaron las cuatro regiones piloto de ‘Turismo y Paz’ para lograr un desarrollo social y económico integral, incluyente y sustentable a través del turismo:

‘Camino a Teyuna’ (Ciudad Perdida), en la Sierra Nevada de Santa Marta; ‘Serranía de la Macarena’,

donde se encuentra el “río más hermoso del planeta”, Caño Cristales, en el Meta; la exuberancia y profundidad de la selva, donde aparecen “las Cascadas del Fin del Mundo”, en Mocoa, Putumayo y su Valle del Sibundoy, y la verde y rica región del Golfo de Urabá – Darién, en Antioquia y Chocó.

Ya, por ejemplo, en la Sierra Nevada de Santa Marta el resultado en el ingreso de turistas y visitantes

tanto nacionales como extranjeros se incrementó de manera considerable. En el año 2015 cerca de 14.000 excursionistas subieron el sendero que del corregimiento de Guachaca conduce a la zona de Buritaca 200 (así se llama a ‘Ciudad Perdida’ por los arqueólogos porque fue el asentamiento indígena doscientos que descubrieron por allá, en la década de los setenta). En 2016 esa cifra llegó a los 20.720, porque cada vez más el mundo percibe y observa que los vientos de paz llegaron para quedarse en Colombia.

Unos datos para tener en cuenta del ingreso ecoturístico a este emporio de la madre naturaleza:

En los últimos cuatro años existe un aumento considerable en el promedio de entrada al parque

nacional natural.

La mayor afluencia de visitantes del exterior proviene de países como Alemania, Francia, Holanda,

Estados Unidos y Reino Unido.

De acuerdo con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, al parque han ingresado

ciudadanos de 85 nacionalidades diferentes.

Por cada ocho extranjeros que ingresan al parque, entra uno nacional.

El crecimiento del turismo contemplativo, cultural, natural y ecológico se incrementó año a año. Y

el caso de la Sierra Nevada no es particular. Por los lados del sur del territorio colombiano está “el río más hermoso del mundo” o “el río de los siete colores”, Caño Cristales, en el municipio de La Macarena, en el Meta, anterior “zona roja” como la Sierra, filón inexpugnable de fuerzas paramilitares e insurgentes.

En los últimos cinco años se ha incrementado el número de visitantes al municipio de La Macarena, Me-

ta, y se ha multiplicado por diez. De 1.506 turistas y visitantes que se aventuraron en 2010, el número de elevó a 15.600 en 2015, es decir, creció un 929%. De este total, 1.800 fueron extranjeros y 13.800 colom-bianos. En 2016, llegaron 1.791 visitantes del exterior, igualando el registro del 2015.

Otros destinos emergentes de nuestra Colombia es el Guainía, ‘Tierra de muchas aguas’. Su ícono y

símbolo, por su majestuosa e imponente presencia, fue visto por los cineastas de todo el mundo. En la película ‘El abrazo de la serpiente’ aparecen los tres cerros de Mavicure: Mono, Pajarito y Mavicure, una de las razones que ha contribuido a la promoción internacional de la región.

Pero, ojo, debemos tener muchísimo cuidado por la capacidad de carga de estos destinos que son, a la

hora del té, de una fragilidad absoluta cual alas de mariposa. El ser humano es el ser depredador por esencia y excelencia de la naturaleza, lo que podríamos extender a los turistas. Sin un turismo debidamente planificado, esta actividad podría ser una de las más perjudiciales para el entorno natural y cultural.

Ya se ha hecho presencia institucional en esas cuatro regiones, ya se ha sembrado la semilla de la re-

conciliación y ya se han ofrecido capacitaciones que giran en torno al concepto de un turismo responsable, como la formalización, la legislación turística, el registro nacional de turismo, sus beneficios tributarios y fiscales, el diseño y desarrollo de productos turísticos, experiencias turísticas únicas y la prevención de la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes en el contexto de viajes y turismo. 

La labor de implementar el turismo responsable y respetuoso en las regiones que antes estuvieron ta-

padas por un velo oscuro y violento —todavía falta, reitero, pero soy optimista con el inicio del diálogo con el ELN, con el sometimiento de grupos armados y de bandas criminales—, es una tarea de todos, de ti y de mí. Solos no vamos a poder.

La paz está de moda y el turismo también. Las cifras así lo demuestran. Daremos un breve tour por las

cifras que muestra Colombia en el período 2010–2015 en ingreso de divisas, llegada de visitantes del exterior y de los destinos tradicionales que satisfacen hoy el gusto del viajero: