El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
UN CLIMATE CHANGE CONFERENCE
Los avances del proceso y la imposibilidad de alcanzar las metas, son una paradoja. La cita también consolidó un movimiento mundial que podría acelerar este proceso, incluyendo a Colombia.
Una vez finalizada la Conferencia sobre Cambio Climático, COP 21, el mundo todavía está asimilando los alcances de lo acordado, y la figura del vaso medio lleno o medio vacío es la más usada para ilustrarlos.
Para empezar, el acuerdo solo entrará en vigor en el año 2020 si es ratificado por 55 países de los firmantes de la Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, y solo si esos 55 países representan al menos el 55 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Aunque se da por sentada su ratificación, no hay que olvidar que el Protocolo de Kioto demoró ocho años en ser ratificado y –sobre todo- que estamos en una carrera contra el reloj.
Optimismo medio vacío
Capa de contaminación sobre la atmósfera bogotana.
Lo bueno
Estamos en
una carrera
contra reloj
A mi juicio son tres los aspectos destacables de la lucha contra el cambio climático que tuvo su máximo hito en Paris:
1. Por primera vez se logró un consenso indiscutible sobre la gravedad del problema, lo que hiere de muerte las intentonas negacionistas. La Conferencia se declaró “consciente de que el cambio climático representa una amenaza apremiante y con efectos potencialmente irreversibles para las sociedades humanas y el planeta”.
Igualmente reconoció que “se requerirán fuertes reducciones de las emisiones mundiales para alcanzar el objetivo último de la Convención (…) poniendo de relieve la necesidad de hacer frente al cambio climático con urgencia”.
Las afirmaciones anteriores no dejan lugar a dudas sobre la existencia del problema, su gravedad, el origen antrópico del mismo y la urgencia de enfrentarlo. Para algunos esto es obvio, sin embargo, no lo es para gran parte de la humanidad y mucho menos en Colombia, donde las actuales autoridades ambientales parecen no tener el conocimiento ni la consciencia suficientes.
2. La lucha contra el cambio climático se convirtió en una causa planetaria y en un factor de unidad. Esto es muy importante en un mundo donde aumentan la guerra y la desigualdad.
3. Además, el movimiento contra el cambio climático se ha convertido en una fuerza socio-ambiental de dimensiones planetarias, capaz de mantener el debate teórico y político con los centros de poder, estatales y corporativos transnacionales, y de movilizarse en todo el mundo de manera descentralizada y en red.
A pesar de la militarización que se desató por los atentados del 13 de noviembre en París, durante la Conferencia hubo nutridas manifestaciones en prácticamente todas las ciudades principales del mundo. Incluso en París, a pesar de la prohibición, las autoridades tuvieron que tolerar las expresiones callejeras de ciudadanos y activistas. De no haber existido los atentados terroristas, la movilización prevista para el 12 de diciembre en la capital francesa hubiera sido la más grande de la historia, como lo presagiaba su antecedente inmediato: la marcha de 400.000 personas hace un año en Nueva York.
El acuerdo logrado está, sin embargo, muy por debajo de lo requerido para conjurar la amenaza que pesa sobre la humanidad. Aunque reconoce con claridad el problema, se queda corto en los medios para alcanzar las metas vislumbradas. El propio texto lo demuestra cuando señala que la Conferencia:
Acuerdo insuficiente
“Observa con preocupación que los niveles estimados de las emisiones agregadas de gases de efecto invernadero en 2025 y 2030 resultantes de las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional no son compatibles con los escenarios de 2 ºC de menor costo sino que conducen a un nivel proyectado de 55 gigatoneladas en 2030, y observa también que, para mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, mediante una reducción de las emisiones a 40 gigatoneladas, o por debajo de 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, mediante una reducción de las emisiones a un nivel que se definirá en el informe especial mencionado en el párrafo 21 infra, se requerirá un esfuerzo de reducción de las emisiones mucho mayor que el que suponen las contribuciones previstas determinadas a nivel nacional”.
Para hacer viable el acuerdo de París se optó por un camino inverso al que se había seguido hasta el fracaso de Copenhague en 2012. Ahora cada Estado puso sobre la mesa sus metas de reducción y el plazo para lograrlas, en vez de definirlas globalmente y obligarse a su cumplimiento. El resultado fue que, sumadas las metas nacionales, la reducción de las emisiones es menor en 15 gigatoneladas a lo requerido para no sobrepasar el límite de aumento de la temperatura en 2ºC.
Sumando las metas nacionales, se alcanzará un aumento de la temperatura alrededor de los 3 ºC en el presente siglo. Esta situación cumple el escenario descrito por George Monbiot: “Una combinación de acidificación de los mares, desaparición de los corales y derretimiento del Ártico significa que podría venirse abajo la cadena alimenticia marina en su conjunto. En tierra, puede que los bosques tropicales vayan retrocediendo, los ríos decaigan y los desiertos se extiendan”. En este caso, las consecuencias para quienes habitamos el planeta serían catastróficas.
Nada más qué decir: simple y llanamente... ¡apocalíptico!
Otra debilidad radica en que las metas nacionales no son obligatorias. El acuerdo lo es y el objetivo de estar por debajo de los 2 ºC también, pero las metas nacionales, que en su nivel actual ni siquiera conducen a ello, no lo son. ¿La razón? El gobierno de Estados Unidos no puede comprometerse con sus propias metas nacionales pues teme que el Congreso, donde no cuenta con las mayorías, niegue la ratificación del acuerdo aduciendo una imposición externa incompatible con la prepotencia imperial.
El asunto no es de poca monta si se tiene en cuenta el antecedente de la no ratificación del Protocolo de Kioto, Si los norteamericanos, los mayores contaminadores per cápita del mundo, no se suben al tren, el acuerdo fracasará.
Lo anterior, así como otros “detalles” como la no existencia de metas de reducción de emisiones para el transporte marítimo y aéreo, que por su carácter transnacional no puede sr confiado a reducciones nacionales, ha dado pie a fuertes críticas por parte de muchos sectores del amplio frente de la sociedad civil contra el cambio climático.
Metas no vinculantes
El climatólogo James Hanssen, exjefe del Instituto Goddard de la NASA, aseguró el sábado 12 de diciembre, en declaraciones a The Guardian, que el contenido del acuerdo alcanzado en París es “un cúmulo de palabras y de promesas, sin acciones concretas”.
La mayoría der las organizaciones ecologistas están decepcionadas, comenzando por Amigos de la Tierra,que califica la Conferencia como una farsa. Los Ecologistas en Acción españoles consideran el acuerdo insuficiente y se declaran decepcionados, al igual que el agrupamiento internacional 350.org.
Decepcionante
Por su parte, Greenpeace y la WWF destacan la cumbre como un paso positivo. El lugar común es, sin embargo, la crítica a la ausencia de medios para llegar a las metas, pues estas carecen de fechas precisas, rutas concretas para alcanzarlas o mecanismos coercitivos para los remisos e incumplidos. En “el menor tiempo posible” es la fórmula vaga que disfraza la falta de niveles de precisión mínimos.
Entonces, ¿por qué muchos se alegran por un acuerdo débil y tal vez tardío? Como dijo Monbiot: “El máximo de 1,5 grados centígrados, aspiración y meta improbables
Sumando las metas nacionales, se alcanzará un aumento de la temperatura alrededor de los
3 ºC en el presente siglo
hoy, eran perfectamente alcanzables cuando se celebró en Berlín la primera conferencia sobre cambio climático de las Naciones Unidas en 1995. Dos decenios de postergación, causados por el cabildeo – abierto, encubierto y otras veces directamente siniestro– de los grupos de presión de los combustibles fósiles, sumado a la renuencia de los gobiernos a explicar a sus electorados que pensar a corto plazo tiene costos a largo plazo, garantizan que la ventana de oportunidad esté hoy tres cuartos cerrada. Las conversaciones de París son las mejores que hemos tenido. Y esa es una terrible acusación”.
La lucha se desplaza por ahora al campo de lo nacional, donde los movimientos sociales y ambientales deben estar muy atentos al cumplimiento de las metas por sus respectivos gobiernos y su reformulación en el futuro.
En el caso colombiano, el gobierno Santos fijó la meta de reducir en un 20 por ciento las emisiones de CO2 para 2030. Se trata de una meta muy modesta, cuando, según el estudio que la soporta, en palabras de su director, Eduardo Behrentz, revela aumentos vertiginosos en las emisiones colombianas.
La manera de reducirlas se limita a expresiones muy generales como el “pastoreo racional” del hato ganadero, o el compostaje y su reformulación. Para tener una implementación clara de estas medidas se necesitarían unas autoridades ambientales realmente operantes, así como cambios profundos en los sistemas productivos, contrarios al actual modelo extractivista.
Manuel Rodríguez, presidente del Foro Nacional Ambiental, dijo en un trino: “Si el Acuerdo de París fue un éxito o un fracaso lo sabremos en quince años”. Por ahora, esa es la única conclusión clara.
Acciones en Colombia
Rafael Colmenares*
* Miembro de Unión Libre Ambiental.