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Crónicas y Opinión
José Orellano, director
UN CLIMATE CHANGE CONFERENCE
COP21 - PARÍS2015
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Por fin ‘Acuerdo universal
sobre el cambio climático’
Sede de la ‘Conferencia de las partes sobre el Cambio Climático de la Naciones Unidades’ o ‘COP21’, en París, Le Bourget, Isla de Francia.
China cuadruplicó sus emisiones de gases de efecto invernadero, pero redujo uso de combustibles fósiles
Por Inocencio De la Cruz
Grandes y chicos, en China, respiran aire contaminado.
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”
Los efectos del calentamiento global en el reino animal son alarmantes. Las alteraciones en los ecosistemas están modificando los ciclos reproductivos de especies animales y vegetales y provocando su extinción. La evolución y adaptación de las especies han dejado de ser naturales. No sabemos si podrán seguir soportando los efectos negativos de la actividad humana o si su ocaso está próximo
Hay algún tris de optimismo: hay una leve esperanza en que ‘el antes y el después en la lucha contra el cambio climático’ ha de marcarse a partir de este diciembre de 2015, desde París.
Otra cumbre sobre el cambio climático en los últimos veinte años y la expectativa mundial se centra en la denominada ‘Conferencia de las partes sobre el Cambio Climático de la Naciones Unidades’ o ‘COP21’, a la espera de que prime la sensatez y surja el compromiso vinculante y definitivo para que la reducción de emisiones contaminantes hacia la atmósfera, a partir del año 2020, sea el hecho salvador del planeta.
Y es que el fin del mundo no se vislumbra desde un colapso nuclear ni desde la improbable eventualidad de la tercera guerra mundial. El calentamiento global es, hoy por hoy, la mortal, la temible amenaza que afronta la humanidad.
La falta de compromisos de los principales países industrializados generadores de la infestación de infectantes en el medio ambiente —incluso de una gran parte de los habitantes de la Tierra—, no ha propiciado las urgentes políticas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y ¡el mundo está en crisis!, ¡la tierra avanza a pasos agigantados hacia su autodestrucción!: ¡el ritmo de deterioro del medio ambiente se ha acelerado en los últimos años! y ¡el entorno terreno se hace cada vez menos respirable!
El gran referente ante la situación vuelve a la palestra con la cumbre de París, en Le Bourget: la desconfianza, con arraigo en fundamentos históricos. Sin embargo, en medio de esa espesa desconfianza brota el hilillo esperanzador de que el COP21 no sea como la repetición anunciada del acuerdo de Kyoto, 1997, que nada ha logrado, como tampoco lo pudo el acuerdo de Copenhagen, diez años después. Ni siquiera la actuación interviniente de quien es considerado el hombre más poderoso del mundo, el presidente de los Estados Unidos Barack Obama, ha podido impartir avances. El suyo también ha sido un salto al oceánico vacío de la inconsciencia ciudadana imperante en un vasto
sector del orbe: tras varios intentos para que la potencia mundial que él gobierna fuera parte de los convenios multinacionales en materia de calentamiento global, sus planteamientos fueron saboteados por los estados petroleros, incluyendo los que estaban bajo control del partido demócrata, su colectividad. Mientras tanto, la opinión pública mundial no deja de responsabilizar a los Estados Unidos del fracaso mundial de políticas que contrarresten el calentamiento global por su negativa a suscribir el acuerdo de Kyoto. Sin embargo, la buena voluntad de Estados Unidos persiste.
Expertos en la materia no dudan en considerar que el calentamiento global es ‘el enemigo público número uno’ del mundo, cuyo primer grave efecto es la impotencia humana acentuada: la guerra que se le declaró desde hace dos décadas al fenómeno originado por acciones del hombre ha resultado compleja: las necesidades ecológicas contra las presiones de las fuerzas del poder y de la política misma “juegan un ajedrez donde casi nadie gana”, dicen los observadores, pero el aire está cada día más enrarecido. Y en países súper-industrializados como Japón y China las nubes de polvillos tóxicos, incluso mortales, ya obligan al uso público de máscaras de oxígeno.
El ‘COP21’ se instala este 30 de noviembre para que sesione durante dos semanas y allí, en Paris, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos intervendrá en la sesión inaugural para posteriormente presentar ante líderes del mundo —un día después, el DíaD—, el primero de diciembre, la iniciativa ‘Colombia sostenible’, en procura de captar recursos de cooperación internacional con el propósito de impulsar el desarrollo rural como estrategia para la durabilidad de la paz, por lo menos en territorio colombiano.
Lo pactado en Kyoto apuntaba hacia un recorte del 15 por ciento en las emisiones de Dióxido de Carbono, CO 2, para los países firmantes con respecto a lo que la industrialización había emitido en 1990. De el ‘COP21’ se espera un documento que bien pudiera llamarse ‘Acuerdo universal sobre el cambio climático’ con el principal objetivo —¡casi nada!— de limitar el aumento de la temperatura global en menos de dos grados centígrados (2ºC). Hay razones para pensarlo, porque hasta esa fecha durará el aplazamiento que, desde la COP de Copenhague, se hizo al Protocolo de Kyoto.
En el ambiente aterrorizado de una París reciente y duramente golpeada por las acciones terroristas del fanatismo extremo del Estado Islámico —saldo de 129 muertos y centenares de heridos—, una París que, sin embargo no se detiene, la Unión Europea busca mantenerse como líder indiscutido en la lucha contra el cambio climático, tanto que el presidente de la Francia, Francois Hollande, ha anunciado, para posteriores discusiones europeas, la defensa de esa posición, pero centrada en otro objetivo aún más ambicioso: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40 por ciento en 2030 y en un 60 por ciento en 2040, con respecto a 1990.
Pero antes de que comiencen las negociaciones, centenas de miles de personas en el mundo marcharán para exigir ‘justicia climática’. En Paris, una de estas manifestaciones en la víspera de la instalación de la cumbre, terminó en serior desordenes y decenas de manifestantes detenidos. Ya en Le Bourget, allí en Isla de Francia, en el distrito de Bobigny, entre ‘matizaciones’ y ‘condicionantes’, más de 120 países han de participar en la culminación del gran pacto, y en su procura debatirán hasta el 12 de diciembre.
El mundo está en crisis. Julio de este 2015 ha sido, a nivel mundial, el más caluroso de la historia en todos sus tiempos, de acuerdo con registros. De acuerdo con la NASA y sus estudios sobre el tema, el nivel del mar subirá hasta tres veces más rápido de lo estimado en las próximas décadas, debido al efecto invernadero.
En los últimnos 25 años, mientras salía de la pobreza a fuerza de industrialización y fuentes energéticas ‘sucias’ pero baratas, China cuadruplicó sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, su gobierno supo darse cuenta a tiempo y en el último año redujo sensiblemente la explotación y el uso industrial de combustibles fósiles, consecuencia de una política gubernamental apuntada a reducir la polución que pone a sus grandes ciudades en la frontera de lo irrespirable. Su producción de energía eólica se ha multiplicado por diez en la última década y están invirtiendo también en plantas hidroeléctricas, pero ya en sus principales ciudades grandes y pequeños salen a la calle con tapa-boca y fosas nasales y hasta con mascaras protectoras contra la polución y su polvillo tóximo. Incluso algunos utilizan máscaras de oxigeno.
A esas buenas acciones de China y a la buena voluntad de Estados Unidos personificada en su presidente Obama, se suman otras voces: Brasil invertirá en energía renovable e imncrementará sus esfuerzos para preservar la selva amazónica. Corea del Sur ha anunciado reducción de sus emisiones de carbono en un 37% para el 2030 y la Unión Europea acompaña con el propósito de volver a su nivel de emisiones de 1990, un 40% por debajo del actual.
A esa voluntad hay que ponerle compañía: la revolución tecnológica. Para los expertos, de poco sirve tener la buena intención de reducir las emisiones de carbono si una parte importante de la industria y el transporte continúa consumiendo combustibles fósiles. Pero el uso de combustibles alternativos y de fuentes de energía limpias crece en el mundo.
Desde la industria automotriz, una de las más grandes contaminantes, los autos híbridos son una realidad técnica que, aun cuando le tomará años imponerse como el estándar, gananm sitios preponderantes en los mercados. El uso de paneles solares, por otro lado, se ha multiplicado exponencialmente al ritmo de la baja en el precio del hardware.
“Hace veinte años producir energía solar costaba alrededor de diez dólares por watt, hoy cuesta apenas cincuenta centavos”, dicen los entendidos. “Del lado de los consumidores, también hay un cambio: a nivel mundial, la iluminación de bajo consumo y el uso de lámparas led deja de ser un antojo para pasar a ser la norma. Porque no solo es saludable para el planeta producir energía limpia. También ayuda consumir menos”, agregan-
Dos prohombre, referentes mundiales acompañan, todos estos propósitos, no hay duda: Barack Obama, que busca crear consciencia mediante un viaje al Ártico, y el Papa Francisco, quien ha puesto especial atención al medio ambiente entre los temas claves de la Iglesia. Su encíclica ‘Laudato sí’, difundida en junio de este año, critica el consumismo y fustiga el desarrollo irresponsable, además de que lamenta la degradación ambiental y el calentamiento global.
En el gigante del norte, hay carrera contra el reloj en la política, de cara a las próximas presidenciales: si Washington va finalmente a sumarse a la cruzada global contra las emisiones de carbono, debe hacerlo en el COP21’ de París. Es su última oportunidad. “El riesgo de que Donald Trump —Jeb Bush, o cualquier otro republicano— llegue a la Casa Blanca en el 2016 podría dar por tierra con los esfuerzos de la administración Obama”, dicen los analistas.
Antes de que en Le Bourget, París, comiencen las negociaciones a favor de acciones para contrarrestar el cambio climático, decenas de miles de personas en el mundo marchan este 30 de noviembre para exigir ‘justicia climática’. Y con mucha buena voluntad, a fin de darle impulso a su campaña por una acción global contra el fenómeno ambiental, el presidente Barack Obama ha pimntado un escenario apocalíptico para el Ártico y otras partes del planeta si no se actúa rápidamente: naciones enteras sumergidas bajo el agua, ciudades abandonadas y fuga masiva de refugiados mientras estallan conflictos en todo el mundo.