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Un viaje por el sendero de las emociones (I parte)

Fernando Dávila:

experimentar a

Nancy, día a día,

en el corazón…

 A la cámara le llamó la atención esta imagen y no dudó en captarla en los interiores de Dávila Publicidad & Marketing.

Sentado sobre la base de su experiencia de 77 años, Fernando Dávila López —escucha primero, habla después— cuenta aspectos de su vida cargados de buenos sentimientos.  

Edgardo Caballero, partícipe directo de un diálogo de dos horas, abraza a su amigo Fernando Dávila López.

Fernando Dávila López, José Orellano y María Patricia Dávila: un abrazo entre tres, para reafirmar amistad, durante visita de El Muelle Caribe a las oficinas de Dávila Publicidad & Marketing en Barranquilla.

‘Propaganda Época’. Sus propietarios eran los mismos dueños de El Tiempo: los Santos, que habían regresados graduados del exterior y que vieron por allá por Londres, por Nueva York y por otras importantes capitales y metrópolis del mundo, la importancia de la publicidad y la necesidad de implantarla en Colombia. Un exitazo. “El Tiempo era el único diario y manejaba el país. Por intermedio de Época, todo el mundo comenzó a anunciar en El Tiempo y Época se convirtió en un monstruo”.

En Barranquilla, cervecería Águila y Bolívar comenzaba a proyectarse hacia el interior, desde el mando

de don Mario Santodomingo, que, en un principio, era quien manejaba directamente la promoción de la empresa. Necesitaba una agencia y pensó en Época, que así se vio obligada a abrir agencia en Barranquilla. “Trajeron a un cachaco, Navas de Brigard. Alguien que sabía de mí: yo con mi grabadorita, le dijo: ‘Llámate a Fernando’. En mi maletín ya tenía a Pinzón y Córdova y ‘La Silla Coja’ y un poco de gente que se me pega. Tenía full clientes en el maletín”.

Y se fue a trabajar con Época, razón por la cual abandonó la radio. “Cuando tenía mi puesto en Época,

con cinco o seis años, Nancy me llamó a relación: «Tienes que encargarte de los clientes». Me hizo salir de allá”. Y Fernando, que quiso ser abogado, también había dejado el derecho por la publicidad.

Cuando Sonovista cumplió quince años, Juan Gossain les haría una entrevista que publicó en El Heraldo.

Próxima entrega: Álvaro Cepeda sí fue el del “… y siempre igual”. Dávila Publicidad & Marketing, autonomía plena para María Patricia: “Uno no debe hacerles sombra a los hijos”.

—que era Peláez hermanos—, allá en el Paseo Bolívar, bajando por la 46 derecho, Olaya Herrera; eran las únicas empresas que anunciaban”, señala Fernando.

Tampoco es que, en

Bogotá, la capital, existiera para entonces el concepto de publicidad. Y en ese ambiente había de surgir la que, por varios años, se constituiría en la única agencia de Colombia:

En efecto, Fernando se movía en esa línea. “Toda la vida me ha gustado la poesía, mis hermanos eran

poetas, literatos… Y don Enrique era hasta medio brujo”, precisa Fernando: “me describió mi perfil… El espacio se llamaba ‘Serenata galante’, era de él, de don Enrique, y viene y me dice: ‘Coge este programa y sácalo adelante’.  Al principio me ayudó a seleccionar la música”.

Y así, la primera emisión en la voz y coordinación de Fernando y ahí va la lectura de versos escritos por

él mismo, de trozos de poemas de otros, para ambientar el programa desde la perspectiva de que “el verso más lindo es cuando sale del corazón: cuando uno está enamorado —ya él había comenzado a estarlo para siempre: enamorado de Nancy Botello— o cuando a uno lo deja la mujer…”

—Estados de ánimo o del alma —tercia Caballero.

“Y esa primera noche fue impresionante”, retoma la palabra Fernando.

—Y dispara a Fernando Dávila el publicista —opina Caballero.

—No, dispara un nombre: Fernando Dávila López ­—corrijo.

“Aquello llegó al corazón de todo el mundo, especialmente de la clase alta”, dice Fernando. “Y comien-

zan a llegar las invitaciones y todas esas vainas. Hasta me pidieron que hiciera un ‘Serenata galante’ en el Country Club y lo hice. ‘Serenata galante’ se puso de moda, no había televisión. A partir de las 9:00 de la noche eso era un manta. Era una locura”.

Así, Fernando Dávila López se constituyó en ‘el poeta de la radio’. Mientras la oficina de publicidad de

Fernando y Nancy seguía rodando por Barranquilla en el maletín de él. Hasta que, en una de esas, recuerda Fernando, Nancy le dijo: «Estamos pasándola mal… Falta billete… Así que tú te vas a vender esa vaina… Vamos a montar una serie de cuñas y se las presentamos a un grupo de empresas…».

 “Las empresas eran Café Puro Almendra Tropical, Cervecería Aguila, Tabletas 306, baterías Willard

agencias... Me dije: aquí hay una oportunidad y lo hablé con Nancy, que era directora de publicidad y mercadeo de una compañía americana: Lanman Kemp, que sí tenía el concepto de la publicidad, y producía Jabón de Reuter Murray & Lanman Kemp y el agua de Florida y otros artículos. Productos que —se ufanaba Lanman en promocionarlo así—, servían, entre otras vainas, para curar, no recuerdo qué vaina, enfermedades de la época”.

Y estando en aquellas vueltas y cavilaciones, una orden perentoria

de Nancy Botello para que Fernando coadyuvara la materialización de la génesis de Sonovista: “¡Vendamos todos los muebles y armemos la oficina!”. Un solo escritorio, una máquina Remington a la que le faltaba la Ñ y… Nancy salía con su genilaidad: “Donde va el huequito va la eñe, léase ñeñe…”.

Comenzaba a cuajar lo que ya se volvía obsesión: lo hablaban al ir

a comer, al estar acostados, al salir a pasear: era pensar en futuro. Hablar y visualizar… Sonido y visión… Sonoridad y Vista… Sonovista… “Nancy visualizó, pero yo era cobarde”.

Para aquellos años 60, Fernando Dávila López no solo andaba con

una grabadora visitando empresas barranquilleras para proponerles y venderles cuñas radiales, sino que había de hacer radio —como la hacía Nancy Botello—. Su primera oportunidad, su primer trabajo radial, había de ser con Radio Kalamarí, que, gerenciada por don Enrique Ariza, “vino a Barranquilla a innovar, a causar sensación”.

Y Fernando Dávila López recuerda que allí estuvo el mejor equipo

radial del momento: Juan Eugenio Cañavera, Juancho Illera Palacio, ‘El loco’ Humberto Acosta, Jaime Jiménez, Marcos Pérez Caicedo… «“Llegas a codearte con los grandes”, me decían mis amigos. Y me quedé ahí».

Sí, estamos viajando al pasado. Y revivamos la voz de don Enrique

Ariza: “Mira, Fernando, tu voz está bien para un programa romántico en la noche… ¿Tú no escribes? Es que yo te siento poeta”.

Y otro recuerdo: la característica por mucho tiempo conservada de Fernando Dávila López de firmarlo

todo con tinta verde. “Ahora lo hace con tinta roja, porque se reafirma como liberal”, bromea Caballero.

Fernando Dávila López acepta contar detalles sobre algunas de las tantas cosas que ha vivido por casi

ocho decenios y el cronista asume de una vez que allí ha de imperar la máxima del Nobel de literatura colombiano Gabriel García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

“No me gustan las entrevistas largas”, dice. Y comienza a dar detalles sobre el excelente trabajo tele-

visivo que le hizo —con motivo de los 30 años de Telecaribe— José Gómez Daza en su espacio ‘Versión libre’. “Armó set aquí cerca y realizamos una entrevista corta: 30 minutos. Fue muy amable”, dice Fernando.

Como lo recuerda, Fernando comienza a contar —sin que pretendamos que haya apego a lo crono-

lógico— sobre aquellos tiempos de mediados del decenio de los 60, siglo XX, previo al nacimiento de Sonovista Publicidad: “No existía el concepto de publicidad. Yo andaba con una grabadora de radio vendiendo comerciales. Me di cuenta de que a las empresas les faltaba algo que las promocionara tanto a ellas como a sus productos. Llegaba alguien, daba una idea y se convertía en comercial. O en un aviso de prensa, en El Heraldo, que, también en esa época, tampoco es que tuviera un gran fuerte en la publicidad, no había

Por José Orellano

Viejo zorro de la publicidad y de la vida, sentado sobre la experiencia de sus 77 años, Fernando

Dávila López nos recibe, sin cita previa, en su cubículo de Dávila Publicidad & Marketing en Barranquilla, para decirnos, entre infinidad de cosas, que a Nancy Botello él la experimenta a diario en su corazón.

“De noche hablamos”, dice.

—¿Y cómo transcurre ese diálogo espiritual? —pregunto.

“Todos los días yo la sueño… Y hablamos”.

—¿Y de qué hablan?

“Lo normal, hasta de las cosas diarias. De pronto ella me dice: «María Patricia está en un problema.

¡Ayúdala!». Y llamo a María Patricia y…”.

—¿Y saben una cosa? —ahora el que pregunta es ‘don Ferna’, que así lo llamaba yo cuando él era mi

jefe, primero en Sonovista Publicidad, después en el Noticiero Televista.

—Dinos…

 “A mí esto me fortaleció más. Y me siento preparado para decirlo: Nancy no se fue, está al lado mío”.

Lo dice con voz quebrada, 17 meses después del fallecimiento de quien compartiera con él 53 años de

vida… Nos lo cuenta a Edgardo Caballero y al suscrito, que habíamos decidido ‘caerle de una’ en su oficina —sin avisar, expuestos a no encontrarlo aquella mañana de viernes antes de Carnaval— con el propósito de saludarlo y, de paso, abrir la válvula de los recuerdos, darles rienda suelta a las evocaciones y transitar por el sendero de las emociones.

Y precisamente la decisión de iniciar esta nota con preguntas y respuestas del final de nuestra conver-

sación obedece a lo conmovedor —el ‘sendero de las emociones’— que había de resultar ese instante del diálogo…

“Al momento en que Nancy murió —12 de septiembre de 2015— yo estaba dormido. María Patricia

lloraba, todo el mundo lloraba y yo dormido… De pronto despierto, miro a mi alrededor y me digo: “¡Ya pasó!”… Entonces, monseñor Tamayo se me acercó y se arrodilló ante mí para darme la mala noticia: “Nancy se fue de este mundo, pero está en tu corazón. Y ahí la vas a experimentar. Y ahí vas a tenerla siempre. Antes ustedes estaban en esta casa, cerca, pero relativamente alejados. A partir de hoy es que van a estar unidos para siempre, desde tu corazón”. Y eso nos ha fortalecido. Y toda la familia tiene conciencia de que esta

empresa es un homenaje a Nancy. Esto tenemos que tras-cenderlo. Es un reto que nos hemos hecho toda la familia.

Y Fernando Dávila López está refieriéndose a Dávila

Publicidad & Marketing, de la cual María Patricia es su directora ejecutiva, María Patricia, quien nos había recibido efusivamente, quien ahora nos ‘regaña’ por no visitar a Fernando con más frecuencia —de su oficina se ha venido para la de su padre, posa para las fotos con todos— y quien anuncia el próximo traslado de su empresa a unas instalaciones más amplias en el Centro Empresarial Buenavista.

POR EL COMIENZO

Mi reencuentro con Fernando Dávila López tras

muchos años sin vernos había de resultar emotivo. Incluso, con besos fraternales, de hombres curtidos, más allá de los cálidos abrazos transmisores de amistad.

Y de abreboca, un mini-debate… Lo correcto: un vaso

de agua y no ‘con agua’. Caballero hace humor y precisa: “Entonces, yo quiero un pocillo de tinto, mi señora”, le dice a la encargada de servicios generales… “Con ‘a mí deme un tinto’ basta”, le preciso.

Y de abreboca también, recuerdos sobre el noticiero

Telemundo de Arturo Meza y Pastacol: “Fabiola (Torres) y yo en el set y este loco —y me pone el índice derecho en el pecho— dirigiéndonos. No nos dejaba pasar una”, anota Edgardo.

Más recuerdos: aquel 18 de agosto de 1989, cuando

la información sobre el asesinato de Galán se registró en el Noticiero Televista en directo, pero solo en audio, la leí yo… El informativo, que iba de 9:00 a 9:30 pm., se emitía grabado.

Murray & Lanman Kemp tenían claro el concepto de la publicidad y la usaban para promocionar las bondades de su producto Jabón de Reuter y otros.

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