


El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia

Crónicas y Opinión
José Orellano, director
Un viaje por el sendero de las emociones (final)



En botella o en lata: ‘Águila, sin igual y siempre igual’, de Cervecerías Barranquilla y Bolívar, allí en Barranquillita. Allí surgió ‘Águila, sin igual...’ De un patio vendría ‘...y siempre igual’.


Álvaro Cepeda sí fue el
del “… y siempre igual”


Dávila Publicidad & Marketing, con
autonomía plena de María Patricia:
“A no hacerles sombra a los hijos”
La cámara de José Orellano captura a María Patricia Dávila Botello —era viernes antes de Carnaval— en plena dinámica ejecutiva desde su condición autónoma de directora de Dávila Publicidad & Marketing.


“Al rompe, el trato de Cepeda Samudio resultó altivo, como mirándome por encima del hombro… «me han dicho que tú eres publicista. ¿Es verdad?»”.
Fernando Dávila López, José Orellano y Edgardo Caballero: un trío para la bacanería de ciertos recuerdos. Incluída una bomba informativa: “¡Así fue como se concibió el famoso eslogan ‘Cerveza Águila, sin igual y siempre igual’!

Fernando evoca a Nancy… Los ojos —tanto los de él como los nuestros— se nublan… El sendero de las emociones se estremece ante los gratos recuerdos.


María Patricia irrumpió en la oficina del reencuentro, la de su padre, y feliz se dejó tomar fotos con Fernando, con Caballero y en trío con papá y Orellano. Una cálida mañana de mucho sentimiento en Dávila Publicidad & Marketin.
manes, Fernando y Nancy, hicieron”, dice ‘Maripá’. “Vengan con más frecuencia”, remata.
“Vengan, sí, como lo han hecho hoy, sin anuncios previos. Venga siempre que quieran, que mis amigos
son mis amigos”, anota Ferna…
—¿Cómo es el manejo empresarial de Dávila Publicidad & Marketing? —pregunto.
“María Patricia tiene total libertad para ejercer lo suyo. En estos momentos, trabajamos separados. María
Patricia allá y yo en esta oficina, mi cubículo. Aquí manejo mis vainas. Uno no debe hacerles sombra a los hijos.
—Y si te pregunta “¿papi qué hago?”, ¿tú qué haces, Ferna?
“Le digo: «Toma tú la decisión. Y que sea la acertada». Hay que dejarlos que tomen decisiones. Y si la
embarraste, hay que ver como la limpiamos”.
María Patricia, María Fernanda, Fernando José y Juan Camilo son la prolongación de Fernando y Nancy.
“Total satisfacción con mis hijos. Todos han sido transparencia total, honestidad, que es lo más importante en esta vaina”.
—Fernando Dávila López frente a las malas lenguas…
“Cuando los árboles dan buenos frutos, hay que tirarles piedra. Y cuando hablen de ti, hay que estar
preparado y así se lo he enseñado a mis hijos. Es bueno, porque te da la fortaleza y te va creando un poder infinito: que cada día aceptes y comprendas las cosas que van surgiendo”.
—¿Te sientes ya sobre el bien y sobre el mal?
“El mal lo inventa uno”.
Reflexiono para mis adentros: ‘¿En este caso, qué habrá de representar el bien para este zorro viejo de
la publicidad y la vida, para este hombre de 77 años, oriundo de Santana, Magdalena, y de padre samario?
“Puedes decir todo lo que te he dicho. Yo a nadie le había dado una entrevista así”, dice Fernando como
si hubiera adivinado mis cavilaciones
—Para Fernando Dávila López ¿qué es la amistad?
“Lo más sagrado…”
—¿Y la lealtad?
“La amistad significa todo eso. Han desvalorizado la palabra amistad. El valor de la amistad es muy
grande”.
—De por sí, la locución es hermosa: ¡AMISTAD! —apunta eufórico Caballero—. Es más fuerte incluso
que la hermandad. Muchas veces somos más cómplices del amigo que del propio hermano.
Invito a Fernando a una evocación en torno a Nancy y dice todo cuanto usé para darle comienzo a esta
crónica-reportaje-entrevista de dos entregas. Y retrotraigo aquello de que “de pronto Nancy me dice: «María Patricia está en un problema. ¡Ayúdala!». Y llamo a María Patricia y…”
—Ferna: ¿Causas para una ofuscación a tus 77 años?
“A estas alturas de la vida, nada me ofusca. He aprendido que la ofuscación es un producto de la mente.
Los problemas están expuestos para que el hombre lo resuelva. No hay ningún problema que el hombre no pueda resolver. Y aprendí de un judío que me decía: «Cuando los problemas no los puedas resolver, déjalos que ellos se resuelven solos». Y funciona.
—Aun no me has dicho ¿cómo es hoy la vida de publicista de Fernando Dávila López sentado
sobre su larga experiencia?
“Esto”, y con su dedo índice derecho hace parábola en el aire mostrando la variedad de elementos que
se concentran en su oficina —algo así como una referencia gesticular para precisar aquelllo de las 3.500 carpetas—, hasta terminar señalando, como queriendo puyarlo, el computador: “Hoy soy asesor empresarial”.
FIN
…
Llega María
Patricia a la oficina que nos acoge, la de su padre. La invito a dejarse tomar algunas fotografías y me contesta: “Las que quieras, las que requieras”. Y posa con Caballero, conmigo, con su padre, sola, en tríos... Y mientras, recuerda aquellas transmisiones en dúo con Caballero, especialmente las del Carnaval. “La bella y la bestia”, dice Caballero.
“Qué alegría
tenerlos aquí”, dice sincera María Patricia.
Y tenemos que
referirnos a la empresa, a Dávila Publicidad & Marketing. “Ella es la chacha”, dice Fernando.
“Tratando de hacer
la continuidad de mi papá y de mi mamá que, como digo yo, son insuperables. Lo que me queda de vida no ha de alcanzarme para hacer las locuras y berraqueras que estos
podemos hacerlo», en plural. Cuando se me ocurría una locura, ella decía: «Vamos a hacerlo», en plural”.
—Era tu cómplice —dice Edgardo.
—¿La época dorada de Sonovista cuál fue? —pregunto.
“Desde 1976 y durante 25 años… Hasta cuando, sobre algo que dijo Nancy —«¡Ya estoy mamada!»—,
decidimos vender. En medio de nuestras labores, Eastern Air Line me había conectado con la más grande agencia publicitaria del mundo: la BBDO. Estos se interesaron por Sonovista, vinieron a Bogotá, y cualquier noche la negociamos: «Vale tanto». Se fijó el precio y debíamos seguir hablando al día siguiente para finiquitarlo todo. Yo tenía un apartamento en Residencias Tequendama, frente al de Fuad Char, cliente de la agencia y mi amigo personal. Fuad se había enterado del negocio con BBDO, me buscó en mi apartamento y me dijo que yo no podía hacer eso, que Sonovista era una institución barranquillera, que cuánto me estaban dando… Le dije ‘tanto’ y él insistió en que debía quedarse en Barranquilla, que él estaba dispuesto a comprarla… Le dije que Sonovista era una organización grande, que tenía representación en Bogotá, que mantenía alianzas en Cali y Medellín y que necesitaba al frente a una persona que supiera mucho de esto. Dijo que quería que, con Sonovista entre sus propiedades, sus hijos y los hijos de Simón y los de Habib y los de Farid se metieran en esta vaina… Y compró”.
…
El primer tanteo que le he hecho a ‘Don Fer’ para que, más allá del encuentro afectivo, dinamicemos un
diálogo periodístico para El Muelle Caribe es del siguiente tenor: —¿Cómo es hoy la vida de publicista de Fernando Dávila López sentado sobre su larga experiencia?
“Tres mil quinientas carpetas…”, dice y deja en suspenso el tema. Se explaya —sin responder a mi
inquietud primera— para sentar cátedra.
“¿Hacer publicidad? Uno tiene que sentir la publicidad. Y tener el olfato adecuado… ¡Y hasta ser brujo!...
Un publicista tiene que visionar… Publicista que no tenga esa visión innata no sirve para esto… Uno lo ve en ese montón de ‘pelaitos’ egresados de las universidades que vienen, berracos, se hacen decir que son ‘el putas’, arrancan y a los tres meses tiraron la toalla… De pronto, en medio de un motón, se salva alguno”.
Yo hice parte de Sonovista y durante largo rato. Como ‘copy righter’, fui del ‘staff’ tanto en la calle
72, frente al Surí Salcedo, como en la 70 con 53. A codearme y tutearme con el dueño de aquella voz que, a partir de las 9:00 de la noche me había hecho soñar despierto con mi vecina de mi misma edad —el erotismo ‘treceañero’— gracias a su ‘Serenata galante’, hubo de llevarme Alberto Duque López. Y al recordárselo a Fernando, su reacción fue inmediata, incluso con ojos iluminados: “Alberto, ¡gran señor! Se mudó para Bogotá, pero siempre estuvimos conectados. Dejamos de vernos con la frecuencia de antes, pero muchas veces nos buscábamos. Viviendo él en Bogotá, durante el Festival de Cine de Cartagena nos preguntábamos el uno por el otro y, algún año, no faltó el gracioso al cual yo le preguntara por Alberto y me contestara: «Ya él también preguntó por ti ¿Ustedes qué? ¿Son maricas?»”.
Y, amigas y amigos, vamos con algunos nombres del aquel entonces de Sonovista Publicidad.
—Lucho Calderón.
“Estuvo con nosotros en plena cresta de Sonovista”, precisa Fernando. “Tenía olfato, me lo llevaba para
todas partes. En aquella época no había investigación de mercado, hoy día es facilito”.
—Luis Samper.
“Yo iba a hacer grabaciones, en la voz de él, a RCN. Llevaba mi texto y él me insinuaba cambios y eran
acertados. Hasta el día en que le dije: «Oye: ¿y tú por qué no te vas a trabajar conmigo?». Y se fue a trabajar conmigo. Tenía lo que yo tenía: vendedor, creativo, publicista nato”,
Luis Samper, linda voz y muy creativo, no hay duda. Recuerdo una amanecida en Sonovista en medio
de una campaña para Aerocondor. Mucho tinto, mucho cigarrillo y la búsqueda de un jingle para la empresa aérea. En medio del lento transcurrir de la madrugada, la genialidad de Luis Samper: “¿Adónde vaaas? Aerocondor te lleeeva…” Pegó. Duró y perduró hasta que la aerolínea desapareció. En dúo con Lucho, alcanzamos a realizar un magazine en ‘Radio Tiempo’, una idea de él. Yo lo escribía, editaba cables internacionales dándole crédito a El Heraldo, y Luis Samper lo leía.
Otros nombres de aquella Sonovista de la 72: Myriam de Flórez, Carlos Flórez, Myriam Nieto, Hugo
Sandoval, Gerardo Arce, Víctor Orozco, David Lacera, Ricardo Saray, Julio Bradford, Carlos Cuervo, Jenny Juliao, Oscar Rodríguez y otros que se escapan. Mucho talento se integraba en la gran familia de la primera agencia de publicidad de Barranquilla y el Caribe colombiano en aquellas calendas.
Y tiene que venir a cuento una anécdota que me involucra: Se requería un jingle para Jabón Oro, que
después de algunos años volvía a hacer publicidad. “Sale hoy o sale hoy”, fue el ultimátum de Nancy al grupo de creativos. Todo el mundo creaba en silencio, pero nadie decía nada. De pronto dije: “¿Qué tal esta?” y, la verdad, como para salir del paso. “Suéltala”, dijo Nancy. Y la solté: “Las amas de casa, lo decimos en coro: lo mejor para lavar, Jabón Oro”… Y no tuve que esperar mucho tiempo para el Vo. Bo.: “Esa es”, gritó Fernando Dávila. Y “Las amas de casa, lo decimos en coro: lo mejor para lavar, Jabón Oro” sonó por muchos años en la radio de la región, sin distingo de estrato social.
A estas alturas de la historia, llega el momento de sumar a la inolvidable Esthercita Forero como una
muy querida familiar de la familia Sonovista. Se requería un jingle para Rayol. “La llamé como en otras ocasiones”, dice Fernando. “Le dije el propósito de mi llamada y la soltó de una: “Te pican, te pican, te pican los mosquitos…” Y sensación para los ejecutivos de Rayol y para la parrilla publicitaria de la radio local, regional y nacional.
De entre las importantes cuentas que manejó Sonovista, destaca ‘Eastern Air Line’, su llegada a
Colombia. Sobre este particular, dos anécdotas. Una recreada por Fernando, la otra por mí.
—Recuerdo —le digo a Caballero— que nos exigieron pronunciar correctamente el nombre de la
aerolínea, así no habláramos inglés. Era necesario que lo hiciéramos, debido a las frecuentes visitas de ejecutivos de la compañía a la agencia. ‘Istern Eirlains’. Así suena y así me tocó decirlo en varias ocasiones, casi mordiéndome la lengua.
La otra anécdota se dio a raíz del cóctel de presentación en sociedad en Barranquilla de la prestigiosa
línea aérea. “Una locura”, recuerda don Ferna. “Invitamos abiertamente al hotel El Prado y por allí desfilaron más de diez mil personas. El presidente de Eastern, impresionado, me decía: «Esto, gustarme mucho… Hay que atenderlos a todos». Y la gente entraba, comía y se iba”.
…
Dávila y Botello —y muchos varios miembros de aquel equipo humano— dejaron Sonovista y se
encarretaron con Televista, programadora de Telecaribe.
—Televista, no hay duda, la programadora más exitosa del canal —dice Caballero, que era ‘la voz en la
sombra’. Su participación en los diversos programas la hacía en ‘off’: El show de Ley Martin, el de Lencho de las Mercedes, El Sainete, Noticiero Televista.
“Fueron quince años, antes de vender. Hicimos presencia de calidad”, puntualiza don Fer. Y era tal la
solidez de Televista, que llegó un momento en el que, prácticamente, producía tres informativos: TV Noticias y uno de fin de semana de Sergio Araujo: Cosmovisión, de Cartagena, hoy día, y desde hace más de 20 años, CVNoticias de Jorge Cura…
Hay ciertos intríngulis sobre estos asuntos que no vienen al caso precisarlos. Y juega Caballero.
—También tengo que recordar mi anécdota —dice Caballero, que no era convidado de piedra al
reencuentro— e involucra a Myriam de Flórez… «¡Tienes que ir donde el oculista, no estás leyendo bien!», me dijo, regañona, porque, durante una lectura, le cambié dos palabras a su libreto. Y tenía razón.
don Mario Santodomingo.
“Es una bomba lo que les estoy diciendo…”, dice Fernando. “¡Así fue como se concibió el famoso
eslogan ‘Cerveza Águila, sin igual y siempre igual’!
Y pasamos a otro tema:
—Para ti, Ferna —digo—, ¿qué representó Nancy, no desde el amor, que eso se sabe: es eterno,
sino desde la publicidad?
“Era el complemento. Por eso duramos 53 años. Yo a veces no me atrevía, entonces ella decía: «Sí
volvió con su tema: «A ese ‘sin igual’ le falta algo… Y ya lo tengo: ‘¡Siempre igual!... Cerveza Águila, sin igual y ¡siempre igual!». Aprobación unánime”.
Fernando ha relatado
el pasaje como si hubiera ocurrido ayer. Edgardo Caballero no sale de su asombro. Le recuerdo a Fernando lo que hace algunos años dijo Heriberto Fiorillo sobre la autoría del eslogan, exonerando de responsabilidades a Cepeda Samudio y concediéndoselas todas a
eslogan ‘Cerveza Águila, sin igual’, y había pensado en el editor de su periódico, autor de genialidades periodísticas que estremecían a Barranquilla, incluido el término ‘bobales’ para identificar a los ‘lagartos del civismo’ que nunca habían de faltar en esa viña del Señor.
Para entonces y para siempre, al editor de Diario del Caribe había de gustarle los patios de árboles
frondosos y en el de una tienda —que no era la que después sería ‘La tiendecita’ de historia y leyenda—, solía reunirse con sus amigos.
Jinete Avendaño —todo terreno, llevaba y traía gente— hizo montar en su carro a Fernando Dávila y lo
remolcó al encuentro con Cepeda Samudio.
“Estaban todos esos vergajos que se reunían a beber y botar corriente intelectual. Era un patio grande,
pero hoy no preciso la dirección. Al rompe, el trato de Cepeda Samudio resultó altivo, como mirándome por encima del hombro. Me dijo que «me han dicho que tú eres publicista. ¿Es verdad?». Le dije que no, que lo mío era algo que andaba por la calle. Y nos hemos sentado a tirar ideas. Y de pronto dijo: «Oye, a ese ‘sin igual’ de Cerveza Águila le falta algo». El ambiente estaba cargado de humo con especial aroma. Mandó a buscar a Alfonso Fuenmayor, allí estaba Obregón, Iván Turi, un inmenso grupo de intelectuales… Y de pronto,
Juancho Jinete,
presentándosele de un momento a otro a Dávila López, le dijo: “Don Mario quiere que hables con Álvaro Cepeda. Tienes que reunirte con ‘El cabellón’ hijueputa ese”, que así le decía Juancho a Cepeda, sin detrimento del respeto, la admiración y el cariño que guardaba por este, por su amigo, su alterno.
Don Marío quería
complementar o mejorar su
Por José Orellano
Era la Barranquilla que parecía estancada en
su desarrollo —‘músculo al progreso’ atrofiado—, recostada y flojeando sobre blasones como ‘Pórtico dorado de la República’ (1921), ‘Puerta de oro de Colombia’ (1946) o ‘Faro de América’…
Era aquella Barranquilla que se mecía en una
decadencia socioeconómica que había de durarle casi un cuarto de siglo —finales del decenio de los 50, comienzo del de los 80, siglo XX— como consecuen-cia tanto del fracaso de su clase política como del silenciamiento de “las sirenas de fábrica y taller” que habían sido “rumor arterial de su existir”.
Era la Barranquilla escenario del matrimonio de
dos prestigiosas figuras de la radio de aquellos momentos: Fernando Dávila López y Nancy Botello, cuya primera hija no sería María Patricia sino Sonovista Publicidad.
Era la Barranquilla —“emporio radial, con no
menos de 30 estaciones a lo largo del dial”, escribió alguna vez Rafael Sarmiento Coley— de escasas empresas para la misión de una agencia de publicidad apenas naciente: Café Puro Almendra Tropical, Cervecería Águila, Tabletas 306, baterías Willard.
La génesis de Sonovista clamaba resultados y de
entre la baraja empresarial de esos mediados del decenio de los 60, surgía una con carácter de destino
obligado para intentar echar a rodar la agencia: Cervecerías Barranquilla y Bolívar —para entonces, con más de medio siglo de historia y propiedad de don Mario Santo Domingo, quien la había adquirido en 1933—, que producía las cervezas Águila y Germania… Y se le llamaba ‘Cervecería Águila’.
Nancy Botello de Dávila había sido imperativa al extenderle a su marido, Fernando Dávila López, la
boleta de retiro de Época: «Tienes que encargarte de los clientes». De los clientes que debían de comenzar a pautar en medios por intermedio de Sonovista Publicidad.
“Me fui para la Cervecería”, precisa Fernando. “El que manejaba la publicidad era don Mario Santodo-
mingo, propietario también de Diario del Caribe… Él creaba los textos… Pero yo había creado un montón de vainas, frases y en fin y se las expuse… Le gustó la cosa. Me dijo: «Eso está muy bien. Usted nos ha estudiado muy bien». Y me invitó a conocer la planta y el proceso…”.
Fernando bebió del producto, recién terminado de hacer. “Era refrescante, aunque un poco amargo”,
recuerda.
Y tras el paseo por el área industrial y de vuelta a la gerencia, don Mario Santodomingo había de pedirle
al visitante, quien aun cargaba la oficina en su maletín —Sonovista todavía era oficina itinerante—, una opinión sobre lo que acababa de beber. “Le dije que lo que yo sentí tenía una calidad muy refrescante. Me dijo que ese concepto era excelente, que no se podía trabajar en aquel momento, pero que en el futuro la cerveza se convertiría en algo refrescante. Seguimos charlando y don Mario reiteró una idea suya: ‘Cerveza Águila, sin igual’.
Con Fernando, vamos andando senderos de recuerdo como se recuerdan. Y en esos caminos del
pretérito, aparecen la figura bonachona de Juancho Jinete Avendaño y la de Iván Ture, hijo de Miguel Ángel Blanco —‘Eme-A Blanco’, le decían y procedía de Costa Rica— el dueño de Emisora Atlántico… Iván Ture, de acuerdo con las precisiones de Fernando Dávila, era llave cerrada de Álvaro Cepeda Samudio…
