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Y volvamos a ‘necro-soñar’ con el vate soledeño...

el título

original del

poema

‘La gran miseria humana’

Y dice el arquitecto Oscar Serpa Reyes en la revista web Contrastes.co que “pero el es-píritu solitario de Gabriel Escorcia Gravini, parece condenado a deambular por siempre en las ‘noches de misterio sobre la necrópo-lis santa’ de su terruño, no para buscar ‘un amor perdido’ precisamente, pero sí buscan-do el elixir para desanestesiarnos de las de-cepciones políticas y urbanas que nos con-virtieron en ‘La gran miseria humana’ que hoy es nuestra ciudad… Creo que ya es ho-ra de edificar su memoria en una estancia material para su estudio, donde por fin, des-pués de 124 años de olvido, logre calmar su ‘penar y destierro’ sentándose a conversar

amenamente bajo la sombra de un campano con sus dos amigos de pena e infortunio qué, como él, continúan en espera para el descanso de sus almas: el apóstata José María Vargas Vila y el poeta maldito que le poetizó a la muerte, el boyacense Jorge Escobar Uribe, conocido en el mundo de la poesía mundial con el seudónimo de Claudio de Alas”. Esta casa, apunta El Muelle Caribe, sería la estancia ideal. Huele a poesía...

¿Porqué no recuperar la casa del poeta Escorcia Gravini?

Fachada de la casa donde, en la calle 19 con carrera 21 de Soledad, nació y murió el poeta Gabriel Escorcia Gravini. La antigua casa del autor de La gran miseria humana, es hoy un pequeño y muy humilde restaurante... “Ya es hora de edificar su memoria en una estancia material para el estudio de su obra…”

Aun a la espera por el

descanso de su alma...

Por Lácides Martínez Ávila

Mi abuelo paterno, Lázaro Martínez Pumarejo, nacido en 1892, me

contó, cuando yo todavía era muchacho, que él había viajado —no recuerdo si desde su Chiriguaná natal, en el departamento del Cesar (Magdalena, en ese entonces), o de Mompox (Bolívar), donde estudiaba en el célebre Colegio Pinillos—, a Soledad (Atlántico), para conocer personalmente a Gabriel Escorcia Gravini, autor de ‘La gran miseria humana’, y que se hizo muy amigo de él. Pero lo que más me llamó la atención fue que me dijo que el poeta le había confesado que la novia a la que le compuso el poema se llamaba Laurina Palma; no Diana, como algunos erróneamente hoy creen. Y que por eso el título original y verdadero de la composición era ‘Laurina Palma o ‘La gran miseria humana’.

Así, a este tenor, se solía titular antes, y a veces aun hoy, algunas obras literarias. Es lo que se conoce con

el nombre de título alternativo, por ejemplo:  ‘Aura o las violetas’, ‘La destrucción o el amor’, ‘Don Álvaro o la fuerza del sino’, ‘Angelina o el honor de un brigadier’, y  todos los Diálogos de Platón (‘Las leyes o de la legislación’, 'Epinomis o el filósofo, ‘El político  o del reinado’, ‘Fedón o de la inmortalidad del alma’, ‘Fedro o de la belleza’, ‘El banquete o del amor’, etc.). Conservaba mi abuelo en un viejo cuaderno, manuscrita, la que, según él, era la versión original del poema; de allí la tomé, y aquí me permito darla a conocer. Que tal confesión sea verdad, no tengo maneras de probarlo, pero de lo que sí estoy seguro es de que mi abuelo Lázaro era una persona muy seria.

La siguiente es, pues, la versión original del famoso poema en décimas ‘Laurina Palma’ o ‘La gran miseria hu-

mana’, del poeta soledeño Gabriel Escorcia Gravini, conservada, como ya quedó dicho, por su amigo Lázaro Mar-tínez Pumarejo, quien estudiaba en el colegio Pinillos de Mompox, de donde viajó en más de una ocasión a Soledad, primero a conocerlo y, después, a departir con él:

Gabriel Escorcia Gravini (soledeño-colombiano, 1892–1920)

Publicación web del 3 de marzo de 2011

300 versos, 300 líneas, 30 décimas: raudal de lamento 

1.

Una noche de misterio,

estando el mundo dormido,

buscando un amor perdido

pasé por el cementerio....

Desde el azul hemisferio

la luna su luz ponía

sobre la muralla fría

de la necrópolis santa,

en donde a los muertos canta

el búho su triste elegía.

2.

La luna sus limpideces

a las tumbas ofrecía.

y pulsaba el aura umbría

el arpa de los cipreses.

Aquellas mil lobregueces,

de mi corazón hermanas,

me inspiraron, y, con ganas

de interrogar a la Parca,

entré a la glacial comarca

de las miserias humanas.

3.

Acompañado del cierzo,

los difuntos visité,

y en cada tumba dejé

una lágrima y un verso.

Estaba allí de perverso

entre seres no ofensivos,

perturbando los cautivos

en sus sepulcros desiertos…

¡Me fui a buscar a los muertos

por tener miedo a los vivos!

4.

La noche estaba muy bella

y el aire muy sonoro,

refulgente dalia de oro

semejaba cada estrella.

Y la brisa sin querella,

por ser voluble y ser vana,

en esa mansión arcana,

corría llena de embelesos,

poniendo sus frescos besos

en la gran miseria humana.

5.

La luna seguía brillando

en el azul de los cielos,

y las nubes con sus velos

sin miedo la iban tapando.

Y, en procesiones pasando

por la inmensidad secreta,

iban, y la brisa inquieta

retozaba en el saúz

que empapaba con su luz

Diana, diosa del poeta.

6.

La luna que Diana es,

en aquella hermosa noche

se abrió como el áureo broche

de una flor de esplendidez.

Sentí vacilar mis pies

en tan lúgubre mansión,

y me senté en un panteón

con la lira en una mano…

Como un revuelto oceano

temblaba mi corazón.

7.

Bajo de un ciprés sombrío

y verde cual la esperanza,

con su fúnebre acechanza

estaba un cráneo vacío.

Yo sentí pavor y frío

al mirar la calavera

pareciéndome en su esfera

que se reía de mí,

y yo de ella me reí

al verla calva y tan fiera:

8.

Dime, humana calavera,

¿qué se hizo la carne aquella

que te dio hermosura bella

cual lirio de primavera?

¿Qué se hizo tu cabellera

tan frágil y tan liviana,

dorada cual la mañana

de la aurora el nacimiento?

¿Qué se hizo tu pensamiento?

¡Responde, miseria humana!

9.

Calavera sin pasiones,

di qué se hicieron tus ojos

con que mataste de hinojos

a idílicos corazones,

que repletos de ilusiones

te amaron con soberana

pasión que no era villana,

y en estas horas tranquilas

¿qué se hicieron tus pupilas?

¡Contesta, miseria humana!

10.

Aquí donde no hay tropel,

calavera sin resabios,

di qué se hicieron tus labios

tan rojos como el clavel,

y dulces como la miel

de la campiña romana;

esos tus labios de grana

llenos de pasión mentida,

¿qué se hicieron en la vida?

¡Responde, miseria humana!

11.

Calavera a quien feliz

besa la luna de plata,

di por qué te encuentras chata

si era larga tu nariz.

¿Dónde está la masa gris

de tu cerebro pensante?

¿Dónde tu bello semblante

y tu mejilla rosada,

que a besos en noche helada

quiso comerse un amante?

12.

Aquí donde todo es calma,

contesta, cráneo vacío:

¿Qué se hizo tu poderío?

¿Qué fue de Laurina Palma?

¿Qué del placer de tu alma

que te dio el amor un día?

Tu altivez, tu bizarría,

tus sonrisas que mintieron,

dime, dime, ¿qué se hicieron,

oh calavera sombría?

13.

A mis interrogaciones

el cráneo blanco callaba

mientras la luna alumbraba

sarcófagos y panteones...

Y dije sin aflicciones:

si eres el cráneo de aquella

que en la vida sin querella

me despreció con desdén,

¡despréciame ahora también!

¡Eclipsa otra vez mi estrella!

14.

Estamos en la mansión

de la austera realidad.

¿Qué se hizo la liviandad

que tenía tu corazón?

No respondes, mudos son

tus labios que pronunciaron

cosas que ya se tornaron

en pálidas flores muertas,

cosas que no fueron ciertas

y mi pobre alma mataron!

15.

Aquí en esta soledad

que sólo cruza el cocuyo,

dime qué se hizo tu orgullo,

tu amor y tu vanidad;

qué se hizo tu potestad

de persona soberana

y mentirosa y galana

que ostentó tanta belleza;

di qué se hizo tu grandeza…

¡Responde, miseria humana!

16.

Vanidad de vanidades

solamente son tus galas,

oh mariposa sin alas,

llorando tus liviandades.

Las ópticas realidades

te circundan con profundo

marasmo donde infecundo

es el amor que iluminan…

Es aquí donde terminan

las vanidades del mundo

17.

Aquí en este camposanto

se terminan los amores,

las alegrías, los dolores,

el poderío y el encanto;

cesa en los ojos el llanto

y el mundo vivo suspira;

aquí no llega la ira

de la muchedumbre inquieta;

aquí termina el poeta

y se enmudece su lira.

18.

En este mundo hedonista,

de egoísmo y de censura,

tan sólo la sepultura

es la que no es egoísta.

Ella recibe humanista

al santo y al condenado,

al pobre, al acaudalado,

al perverso, al bueno, al caco,

al honrado, al gordo, al flaco,

al bruto y al ilustrado.

19.

Al rodar el ataúd

en la hueca sepultura

se igualan en línea oscura

el crimen y la virtud;

y en eterna laxitud

que todo movimiento;

lanza gemidos el viento

y la soledad se aterra

y ruedan sobre la tierra

los cráneos sin pensamiento.

20.

Aquí en este triste erial

donde sucumbir es ley,

el esqueleto de un rey

al de un esclavo es igual;

Aquí el toque funeral

de la sonora campana

es a la cabeza cana

como a la de negro pelo,

y ñata dando recelo

es la calavera humana.

21.

Aquí en este entristecido

y lúgubre camposanto

termina del vate el canto,

y del músico el sonido;

del pintor el colorido,

y de su cerebro el foco

se consume sin sofoco,

y sólo queda el recuerdo.

Aquí tanto vale un cuerdo,

como lo que vale un loco.

22.

Todo corazón se aterra

al llegar a esta mansión

viendo clavar el cajón

que se comerá la tierra.

Cuando una tumba se cierra

el alma gime angustiada,

pero esa humana bandada

que a otro hoy viene a sepultar,

mañana en este lugar

será polvo... ¡será nada!.

23.

En esta mansión glacial

donde lo fatuo refleja,

se pudre la carne vieja

como la carne jovial;

aquí el necio se hace igual

al urbano de ilustrada

sociedad civilizada,

y aquí la diosa riqueza

es igual a la pobreza…

¡Todo aquí es polvo y es nada!

24.

Y dijo la calavera:

Aquí en este camposanto,

se perdió todo mi encanto

con que vanidosa era.

Se acabó mi cabellera

que en un tiempo fue dorada,

y mi mejilla rosada

como gasa de arrebol;

mis ojos que envidió el sol,

aquí se volvieron nada!

25.

Tan sólo el dolor es fuerte

la vida es vano capullo,

yo vi acabarse mi orgullo

bajo el peso de la muerte.

Ya todo es materia inerte,

y en este triste lugar

se tiene que terminar

el genio que esplendor tiene

y melancólico viene

las tumbas a visitar.

26.

Llorar en estos desiertos

es una cosa muy vaga

porque el llanto nada paga

ni resucita a los muertos,

que de paños recubiertos

están en la loza fría;

aquí en un tétrico día

cae el que peca, el que no peca…

Así, haciendo horrible mueca,

la calavera decía.

27.

Aquí está la gran verdad  

que sobre el orgullo pesa:

aquí la gentil belleza

es igual a la fealdad;

aquí acaba la maldad

y la bondad apreciada;

aquí la mujer casada

es igual a la soltera…,

me decía la calavera

con su voz apagada.

28.

Yo soy el cráneo de aquella

a quien le cantaste un día

poemas que no merecía

porque no era así tan bella

como la primera estrella

de Oriente o el tulipán

al que las auroras dan

el rocío que deslíe...

Aquí el que de mí hoy se ríe

de él mañana se reirán.

29.

Yo escuchaba aquella cosa

y lleno de horrible espanto

salí de aquel camposanto

como veloz mariposa.

La luna pura y radiosa

vertió su lumbre fugaz,

y la calavera audaz

dijo al mirarme correr:

“¡Tú aquí tienes que volver,

y calavera serás!”

30.

Yo, ante razón tan sentida,

sentí por el cuerpo mío

un extraño escalofrío

casi perdiendo la vida.

Con el alma entristecida

volví a mi celda cristiana,

meditando que mañana,

por firme ley de la parca,

debo habitar la comarca

de la Gran Miseria Humana.

‘Laurina

Palma’

Dibujo de Cecilia Ávarez-www.artelista.com

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