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Última parte

Sin distingo de

sexo ni de edad

Sufrimiento

Lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas e intersexuales, violentados por todos los actores armados

Nota: Hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y viejos, lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas e intersexuales… Sin distingo, forjan el sufrimiento padecido como consecuencia de la violencia prolongada durante medio siglo… Impactos y daños devastadores tanto para las víctimas sobrevivientes como para el conjunto de la sociedad colombiana… Esta es la última parte de la versión resumida del Informe ‘¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad’, preparado por el Grupo de Memoria Histórica en 2013. Este documento ha dado cuenta de 50 años de conflicto armado en nuestro país y ha revelado la enorme magnitud, ferocidad y degradación de la guerra librada y las graves consecuencias e impactos sobre la población civil.

¿Quiénes sufrieron?

Foto de Alfonso Porres, bajada de

comunitariapress.wordpress.com

dinero… ¡sin nada!… Llegué a Montería a buscar cómo mantener estos niños, no podía dejarlos morir de hambre. No había tiempo para la tristeza, no había tiempo para nada. Tenía que buscar dónde dormir, qué hacer para darles un pan y una agua de panela a los niños” (María Zabala, lideresa de Córdoba).

Algunas mujeres que ejercían un liderazgo social o político fueron asesinadas, amenazadas,

perseguidas y/o desterradas para impedir que desplegaran toda su iniciativa social y comunitaria. La mayoría de las mujeres que fueron violadas fueron además agredidas verbalmente o fueron víctimas de torturas que les causaron graves daños en el cuerpo. Los relatos recogidos por el GHM describen

violaciones feroces, embarazos no deseados a temprana edad y transmisión de enfermedades venéreas.

La violencia sexual afecta los sentimientos, las emociones y las

percepciones de las víctimas, lesiona sus creencias, su confianza en sí mismas y en los demás, además de transformar profundamente sus vidas y proyectos. Estas secuelas han sido mayores en las niñas más pequeñas por la fragilidad de sus cuerpos, que en muchos casos tuvieron que dejar sus estudios y ejercer el rol de madres a temprana edad. Después de las violaciones o para evitar que estas ocurrieran, varias familias tuvieron que desplazarse. Tanto las mujeres como las niñas que han sido violadas tienen dificultades para establecer en el futuro relaciones placenteras y de confianza con los hombres.

LOS HOMBRES

La violencia transformó abruptamente los roles asignados cultu-

ralmente a los hombres. El desplazamiento forzado, por ejemplo, los alejó de sus trabajos, ligados a sus saberes y habilidades; y de sus vecinos y amigos. La mayoría de ellos dejaron de ser los proveedores económicos de su familia, lo que lesionó su autoestima y minó sus relaciones con las familias y comunidades. Muchos han tenido que mendigar o encerrarse, ser dependientes o aceptar trabajos que consideran denigrantes.

Algunos hombres presenciaron violaciones de las mujeres o

el reclutamiento o asesinato de sus hijos o familiares. En estos casos, los sentimientos de culpa y de impotencia aumentaron su sufrimiento. En el caso de los viudos, a su dolor se sumó el estrés de la crianza de los hijos y las labores del hogar.

LAS MUJERES

En Colombia las mujeres han sido víctimas

de múltiples, atroces y sistemáticos crímenes en el marco del conflicto armado, aunado a que son quienes padecen y enfrentan los daños provocados por la violencia en su condición de sobrevivientes. La violencia ha dejado huellas profundas en sus cuerpos y en su psiquis; ha trastocado su cotidianidad y sus creencias, y ha alterado sus proyectos de vida al desestructurar sus familias y desterrarlas de lugares donde proyectaban su futuro.

Las viudas, además de lidiar con los im-

pactos causados por la violencia, deben asumir de un día para otro todo la responsabilidad económica y afectiva de sus hogares:

“Sali con mis siete hijos y cargaba otro en la

barriga… A mi esposo lo mataron delante de nosotros. Salí sin mi esposo, sin tierra, sin ropa, sin

Los desplazamientos forzados causaron fuertes rupturas familiares que impactaron en especial

a los hombres. Después de largas separaciones, muchas mujeres emprendieron nuevas relaciones de pareja, y eso aumentó los conflictos. Los retornos a su vez también evidenciaron los cambios de roles que produjo el desplazamiento:

“En contra de mi mujer me devolví, me vine con uno de mis hijos. Mi mujer me rogaba, me decía

que no me viniera. Yo no le hice caso, el desespero en la ciudad era terrible. Me vine y para mi

desgracia, al poco tiempo mi hijo cayó en una de esas minas [antipersonal]… la mina lo mató… eso fue terrible, yo no tenía palabras […]. Aun así aquí me quedé, acá solo, esperando a ver si las cosas cambian y si mi mujer se vuelve conmigo” (Habitante de San Carlos, Antioquia).

LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

Los niños y las niñas han experimentado la violencia de manera dramática y cruda. Han muerto

o sido víctimas directas en los distintos eventos de la guerra, testigos de primera mano de hechos atroces, y muchos de ellos sobreviven con cuerpos amputados por las minas antipersonal o con las marcas que dejan el abuso sexual, la tortura y el reclutamiento ilícito. Aún hoy, miles de los niños y niñas huyen de la guerra en condición de desplazados:

Uno de sus hijos, que en 2002 tenía siete años, quedó tendido entre los cadáveres y amaneció

abandonado en el templo. Santos y su esposa Flora Rosa Caicedo [los padres del niño] lo dieron por muerto. El 3 de mayo fue rescatado inconsciente por las religiosas agustinas y los sacerdotes. “Ese muchacho ahora se está deschavetando [enloqueciendo] —dice Santos preocupado—. Está muy mal por el ‘estartazo’ [golpe] que recibió” (Testimonio de habitante de Bojayá, Chocó).

Las niñas han sufrido de manera particular la violencia sexual, un crimen que a temprana edad

genera una gran confusión en las víctimas. La militarización de muchas regiones y la presencia prolongada de los actores armados propiciaron que muchas niñas y adolescentes se involucraran en relaciones afectivas y sexuales con los combatientes, lo que derivó en enfermedades de transmisión sexual, embarazos, maltratos y abandonos.

El control y las acciones de los actores armados en los territorios transformaron la vida cotidiana

de niños y niñas. Muchos de ellos crecieron encerrados, sin espacios para jugar, con pocos vecinos y amigos. Con frecuencia tuvieron que abandonar sus estudios y desplazarse, lo que rompió su vínculo con personas y lugares queridos. O también huyeron bajo la amenaza constante de ser reclutados por los grupos armados. En otros casos fueron señalados como colaboradores de estos grupos.

La vida en las ciudades expuso a los niños desplazados a humillaciones, exclusiones y discrimi-

naciones de orden cultural, étnico o de clase social. En muchos casos debieron convertirse en sostén emocional, afectivo y material de sus padres y madres.

DISCRIMINACIÓN A LA POBLACIÓN LGTBI

Lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas e intersexuales han sido violentados en el marco

del conflicto por todos los actores armados, pues su identidad sexual y de género ha sido el motivo de la agresión.

En Colombia, la violencia ha estado ligada a discursos de limpieza y control social que han estig- 

matizado, perseguido y amenazado a esta población, lo que se agrava por el silencio de las víctimas.

EL IMPACTO DE LA IMPUNIDAD

Los daños, las pérdidas y los sufrimientos

que han experimentado las víctimas se vuelven más intensos en contextos de impunidad, de falta de reconocimiento social y político, de precarias acciones de verdad, justicia y garantías de no repetición. Esto se agrava con la limitada y a veces contraproducente atención institucional, el rechazo y la indolencia social.

El poco avance de los procesos judiciales y la

persecución que sufren algunos sobrevivientes agravan la estabilidad emocional y física de quienes han padecido los vejámenes de la guerra:

“A una sobrina mía que le mataron al papá, al

otro día fue y puso la demanda, ¿y qué le tocó hacer? Ahí mismo le tocó retirarla porque al otro día bajaron a la casa y la llamaron […] Entonces le dijeron que quitara esa demanda o que no respondían por la vida de ella” […]. (Testimonio de sobreviviente de Segovia, Antioquia)

Una de las demandas persistentes de las vícti-

mas es que haya justicia, aunque esta no sea nece-sariamente punitiva. Con frecuencia desean que la investigación judicial avance y logren esclarecer quién, cómo, dónde y por qué se cometieron los hechos de violencia que los afectaron. Sin embargo, en ocasiones la misma justicia los ha revictimizado, como les ha ocurrido a mujeres que luego de denunciar haber sido objeto de violencia sexual han sido sometidas a interrogatorios y comentarios denigrantes por parte de los propios investigadores.

La impunidad generalmente va acompañada

de un gran desgaste emocional y del empobrecimiento ocasionado por la deficiente atención por parte del Estado o la limitada o nula reparación. La ausencia de instituciones idóneas y, en general, la falta de credibilidad en las entidades del Estado ha incrementado la desconfianza de las

víctimas hacia este. Muchas, entonces, han encontrado consuelo, fe y esperanza en las iglesias católicas y cristianas. Algunas de ellas contribuyen a que se reconozca el dolor de los sobrevivientes y que estos construyan explicaciones complejas sobre lo que les ha ocurrido. La mayoría, sin embargo, apelan a las explicaciones esotéricas o de designios divinos.

Las víctimas reclaman ser asumidas, defendidas y atendidas como ciudadanas, pues tienen claro

que su experiencia es causa y consecuencia de la fragilidad de la democracia. Y que, si la impunidad se cierne como amenaza sobre los hechos nefastos de esta guerra, será improbable que no haya repetición.

El informe completo puede ser bajado en el presente link:

http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/descargas.html

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