Amarillo-azul-y-verde: Guainía identifica riqueza propia.
Por Javier Genaro Jiménez Jordi
Y es impactante y naturalmente cierto. Tierra de aguas, de muchas aguas. La bañan ríos como el Inírida, Atabapo, Guaviare, Negro, Isana, entre otros, caños y lagunas, como la Macasabe, que se observa en toda su extensión desde la ventanilla del avión, así como la unión de los ríos Inírida y Guaviare, café con leche y chocolate, fuertes colores a la vista.
Entre la Orinoquía y la Amazonía, allá en el oriente, abrazadito territorialmente a Venezuela y Brasil, queda el Guainía, uno de los 32 departamentos y vecino del Vichada y del Vaupés, región de exuberante y pura naturaleza, todavía desconocida para la mayoría de nosotros los colombianos. El sesenta por ciento de sus habitantes son etnias indígenas: Cubeos, Puinaves, Curripacos, Sikuanis, Palikures, Manaos, Piapocos, Piratapuyas, sus asentamientos están ligados al agua, bueno, y todo, creo, gira en torno al panorama hídrico de la región.
No lo vi todo. Más bien, vi poco. Pero lo que vi fue, por ahora, suficiente. Me prepararé para un próximo viaje, de por lo menos cinco días, para conocer y sentir este destino de naturaleza, donde no existe tiempo para el aburrimiento. Un lugar especial para una de las obras de la naturaleza más impactantes que haya podido ver, así fuese a lo lejos,
pero que la sentí en todo mi torrente sanguíneo. Altura aproximada: 250 metros de pura piedra.
Los Cerros de Mavicure
Pajarito, Mono y Mavicure. Estuve cerca de palpar tan majestuosa obra de la creación. Los divisé a la distancia: cuando el ATR-70 se aproximaba a Inírida, y cuando los observé a lo lejos, en el mirador arbóreo de la ‘Cabaña Guainiana', momentos que de manera alguna me hubiesen tomado desprevenido, sin mi cámara. Estaba ansioso por verlos, así fuese a lo lejos, a la distancia...
A 50 kilómetros de la capital están ellos: una ‘voladora’ nos pone cara a cara en hora y media navegando por el Inírida. Lo confieso, sin temor, yo era uno de aquellos que no conocía semejante atractivo natural esculpido años tras años. Son tres moles imponentes atravesadas por el Inírida, un río inmenso e interminable que serpentea una región coloreada de verde, azul, café, amarillo y anaranjado.
‘Mavicure’, es el nombre de una planta que se encuentra en los cerros, con la que se prepara la ‘pusana’ o ‘shon’, dicen los pobladores, que es para embrujar a la mujer o al hombre que se pretenden, para asegurar su amor. Muchas son las personas que han quedado totalmente enamoradas, no solo de una mujer o de un hombre, sino de la región guainiana, entre ellas, este periodista.
No en vano el escudo del departamento del Guainía tiene en el centro este exuberante diamante de la naturaleza, atravesado por el río Inírida. Su bandera amarilla, azul y verde, los colores de las guacamayas, identifican la riqueza propia de la región, su desbordante potencial hídrico, tierra de muchas aguas, y la alegría y biodiversidad de su fauna y flora: sencillamente hermosa la delicadeza de la flor de Inírida. Solo se da aquí, no germina en ninguna otra parte del Universo, solo nace aquí; peces grandes, habitantes de los torrentes que irrigan a lo largo y ancho del Guainía, sus pródigas tierras.
Su capital y único municipio se divide en siete corregimientos, en donde la población indígena es mayoritaria: Barrancominas, Puerto Colombia, San Felipe, Campo Alegre, Cacahual, Garza Morichal, allá, pegado con el Guaviare, y la Guadalupe, aquel brazo que se adentra a los dos países fronterizos. Lugares para visitar como la comunidad de Coco Viejo, la reserva Puinawai, el jardín de la flores de Inírida y la estrella fluvial del Sur, donde confluyen el Orinoco, el Atabapo y el Guaviare.