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Estamos con la poesía

Jose Orellano

El poeta toma la decisión más importante de su vida: vivir...

Texto y fotos: José Orellano

Lo encuentro, literalmente, entrado en sí mismo.

Entre olores penetrantes a yodoformo, a soluciones antisépticas y desinfectantes, entre olores a clínica, el poeta está viajando hacia su sino interior y no lo interrumpo. Me acojo a la inicial sugerencia de su hermana Amelia.

El tiempo transcurre lento, Amelia y yo mirándonos profundamente a los ojos, hasta cuando los míos hablan, preguntan, y ella me responde quedo, en un contundente susurro: “¡No hay nada qué hacer!”.

Es una trompada directa a los sentimientos —que en algún momento habían de ser encontrados—, mientras Luis Enrique Mizar Maestre sigue entrando en Luis Enrique Mizar Maestre.

Me sentí impotente y obligado a batallar contra impulsivos e impacientes arroyitos lacrimosos que pugnaban por desbordar mis cuencas, fuentes inagotables de lágrimas para llorar cuando hay que llorar. Y en este momento siento la necesidad de hacerlo. Y lo hago alma adentro. Siento que los ojos me brillan, mientras se me forma un asfixiante nudo en la garganta.

Verlo allí, sentado en silla de ruedas, manos entrelazadas, ojos cerrados, cabeza desgonzada hacia su pecho-como poéticamente dormido, cubierto de cuello a rodillas con una ruana de fino acabado, para imaginármelo paseando pensamiento puro por su fuero interior, buscando las palabras poéticas precisas —a lo mejor llenas de ironía— para usarlas en procura de lograr torcerle el pescuezo a ese feo fantasma que perturba su momento... ¡Pero Mizaaar, así le decimos sus amigos-amigos-amigas, no es un animal vencido! ¡No puede serlo!

Me lo imagino auscultando cada uno de los recovecos de su cerebro, de los laberintos de su corazón, de los encajes de su alma, de su organismo todo, de sus manos, de sus dos piernas, para decidirse ante la recomendación científica que da cruel forma a ese “¡No hay nada qué hacer!” que me dijo Amelia.

Diabetes y herida en su pie izquierdo, una piedrita que pisó y se le convirtió en grave herida... Grave herida física, sí; pero insignificante —y presiento la batalla interna del ser humano: lo viví en carne propia cuando mamá Evelina Dolores se decidió, obviamente, por la recomendación científica—; insignificante para darle estocada a su espíritu batallador, para afectarle su corazón de poeta, para alterarle su condición de maestro de la palabra... Insignificante, ¡sí!, si pretende dañarle su vocación de libre-pensador...

“Las universidades deberían de tener una facultad para pensar”, le dijo alguna vez a La maga, su maga, y no hay duda de que su figuración se encuentra en este instante en el instante cumbre de su aplicación, allí en la clínica Jorge Piñeros Corpas de Bogotá: un edificio que, parecido por afuera a un gigantesco buque color leche, se transforma salones adentro en una universidad pasajera para el pensar, exclusiva para Mizaaar. Para que navegue por el mar de la ‘pensadera’.

Sigue entrado en sí mismo, hasta cuando Amelia —su ángel guardián de estos momentos, consciente ella de que se hace necesario romperle, por algunos instantes, la abstracción— me da la cuasi orden: “Háblale, necesita con quien hablar, pero no le toques el tema”...

Sí, que sea él mismo quien se refiera a ese “¡No hay nada qué hacer!”.

Me decido, le tomo la mano derecha, sustraigo al poeta vallenato de su ensimismamiento, percibo que la transición hacia la realidad exterior del instante lo golpea como una ráfaga de viento imaginado recreado por él, pero al mismo tiempo me doy cuenta de que gana la seducción de la amistad sin miramientos y empieza el diálogo... Y trato de inducirlo hacia ese sino interior del cual él comienza a salir...

Lo primero que tocamos es el tema de las nuevas generaciones vallenatas frente a la poesía... Y exalta la calidad del joven Elkin Pinto, residente en Francia tras haberse casado con una francesa que fue parte de la misión Alianza Francesa en Colombia y que fue trasladada a México y luego a su propio país... Para que conozcan la excelente poesía de Elkin Pinto, le falta promoción, le falta un acto mediático...

Estando en esas, Mizaaar toca el tema de Diomedes Daza, su lucha de macho contra la estigmatización a los poetas al considerárseles maricas, su gran aporte a la poesía truncado por balas asesinas y un émulo al suicidio poético, muy literario... Y ya no hay forma de parar por ahora... Ha comenzado un diálogo sin prevenciones, sincero, sin prosopopeyas ni artificios. Habrá de tener duración de una hora y había de inducirse por infinidad de temas atinentes al entorno intelectual de Luis Enrique Mizar Maestre...

“Entre otras cosas Diomedes Daza se escribía con el escritor peruano Mario Vargas Llosa”, dice el poeta. “Eran cartas en las cuales el gran poeta Diomedes Daza le comentaba ciertos desaciertos que encontraba en sus libro, los libros de Vargas Llosa. Diomedes, además, tenía una abierta idolatría por Ernesto Hemingway. De tal manera que en una de las paredes de la casa de Diomedes en el barrio Los cerritos de Valledupar, en una de las paredes de su cuarto, él tenía una fotografía de Hemingway con uno de esos fusiles legendarios que el escritor usaba para la cacería y con el cual posó para suicidarse. Con Diomedes siempre hablábamos de ese acto. Y Diomedes decía “ese que tuvo el valor de cazarse a sí mismo”, que de todos es conocida la fama de cazador de tigres y leones de Hemingway. Y apuntando hacia el retrato decía: “Ahí está el que se cazó a sí mismo”. Pertenecía esa foto a una colección comprada por Diomedes en Cuba. Yo veía ahí, incluso después de la muerte de Diomedes, algo premonitorio con relación a la fotografía. A Diomedes le hicieron un atentado y lo dejaron bastante mal herido y en la clínica lo conectaron, lo entubaron y le hablaron de posibilidades de invalidez. Entonces, cuando se descuidaron los que lo atendían, resolvió el asunto a lo Hemingway: se desconectó. Lo encontraron muerto. Parece que lo de Hemingway también había sido eso. Le habían hablado de un cáncer que le impedía hacer muchas de las actividades que él hacía”.

Comento que un ilustre personaje barranquillero muy vinculado con el grupo La Cueva desmitificaba la hombría de Hemingway mostrando con los dedos pulgar e índice la verdadera razón —la uña del dedo gordo a la altura de la primera falange del señalador—. Repito la acción, también medio novelera y me río...

—Que la tenía cortica —digo.

“Siiiií... De él algunos biógrafos dicen que se labró una fama de mujeriego y de gran amante, pero quienes estuvieron más cerca decían que él buscaba la manera de que el mundo recibiera esa imagen de él, de macho cabrío, pero que él en el fondo no era así, no eran tan macho cabrío. Incluso, algunos testimonios al respecto salen de debajo de las sábanas: Sarita Montiel, en un libro en el cual se publican fotos bellísimas de ella mostrando su lencería, razón por la cual lo compré...”

—Sarita Montiel... la mexicana —interrumpo al poeta con ese lapsus garrafal... Me doy cuenta de la embarrada al recordar que Sarita Montiel, paradigma indiscutible de mi adicción por el cigarrillo: ‘Fumando espero...’; la del labio inferior voluptuoso por naturaleza, la protagonista de ‘El último cuplé’, no era mexicana sino española... Masticando mi vergüenza y con una impotencia supina, no rectifico... Mizaaar tampoco corrige y así, creo, me demuestra la grandeza de su humildad... O, de pronto, una silente irreverencia suya... Y sigue de corrido, como si nada, hablando sobre el libro del mito ibérico del cine, de esa diva que realmente se llamaba María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández y que murió a los 85 años, en marzo de 2013...

“Lo tengo en mi casa de Valledupar, bastante deshojado, pero allí Sarita, que fue amante del poeta español León Felipe, habla de los numerosos amantes que tuvo y presenta a este como un excelente amante: polvos inolvidables aunque ya era un viejito cuando ella lo trató; y habla de Hemingway como un tipo que no era tan resistente como ella se lo había imaginado, como se lo habían ‘vendido’, y parece que era más bien eyaculador precoz: la dejaba alegre y caliente. Henry Miller dice que el hombre después de hacer el amor es un hombre triste. Y tal parece que Hemingway entraba en esas tristezas milerianas tempranas mientras ella seguía anhelante de buen sexo”.

—Valledupar se apresta a celebrar una Cumbre Mundial de Periodista. ¿Qué sería lo bueno que debiera salir de allí?

“La ocasión vale para decir que hace falta infraestructura, que hace falta un buen centro de convenciones con todas las de la ley, para recibir esas delegaciones extranjeras numerosas. Valledupar adolece de esa carencia dese hace muchos años. Y en una Cumbre de periodistas debería aprovecharse para tratar el tema ese de la cultura vallenata en todas sus facetas, no solamente en el campo musical sino, por ejemplo, la gastronomía de esa región, que es abundante y variada. Debería también enfocarse hacia el dominio que han adquirido los jóvenes vallenatos sobre tecnología. Yo conocí a dos jovencitos salidos de la Universidad Popular del Cesar que entraban en contacto con los hacker famosos, el ecuatoriano Bajaña y Sepúlveda, y había uno que decía que ‘este Sepúlveda sabe tanto como yo’”...

—¿O yo sé más que Sepúlveda?...

“Algo así. Es un tipo versado en eso de tal manera que, una vez que por casualidad hizo una visita al Gaula, supieron de sus cualidades y lo llevaron a que les accionara un aparato tecnológico moderno de esos que ellos tenían ahí y que ninguno de los del Gaula había dado para activarlo. Y hasta le ofrecieron trabajo y un excelente sueldo, que lo de él iba a ser no más chuzar, chuzar y chuzar, porque se dieron cuenta de que era un berraco chuzador...”

—Con be larga —le digo.

“... Sí: le ofrecieron todo ese asunto al tipo, pero él más bien se llenó de temor, y la mamá y la familia también. Y allí en Valledupar, la situación misma del entorno que se da porque ellos mismos delatan, el “fuiste tú”. No hay confidencialidad. Por ahí está mi amigo arreglando papeles para irse a los Estados Unidos con todo lo que sabe de tecnología”.

—Mizaar: ‘Psalmos apócrifos’, ‘Tardes tristes con testigo’, ‘Expresiones o motivos para el descalabro’, ‘Partituras en sepia para La maga’, ‘Bitácora del atisbador’, ‘Letanías del convaleciente’ y ‘Briznas de la nada umbría’... De todo esto, desde la perspectiva misma del autor, ¿qué es lo mejor?

“Como han sido distintas las circunstancias en que se han escrito estos libros... Por ejemplo: aquellos instantes en que se escribió ‘Psalmos apócrifos’ yo los amo mucho porque, José Orellano, eran los tiempos esos recién salidos de eso que se llama la adolescencia: yo los escribí cuando tenía 22 años y todavía en el país había vestigios de hippies, de rockeritos... Todavía se hacían tertulias...”

—Y hasta el nadaísmo por ahí...

“Tertulias en los colegios de bachillerato, había por ahí los espectáculos que daba el nadaísmo... En las tertulias se experimentaba con la marihuana... Apenas estaba entrando la cocaína en moda... Y uno experimentaba eso en grupo, de manera social... Se consideraba como traicionero del grupo el que iba y compraba una vaina pa’mamasela él solo...”

—‘El toque social’ —digo—. Lindo título para aquellos ‘compartires’...

“‘El toque social’, sí, un poquito por aquí, otro por allá. Uno solo no se atrevía, en grupo sí, se sentía como libre uno pa’patiná humo, como digo yo; pa’uno empujá nubes por la nariz. Así entonces uno declamaba, leía uno párrafos de poesía, leía uno a Walt Whitman, a los mismos nadaistas...”

—Arango (Gonzalo) y compañía...

“Arango y compañía... Entonces ese libro surgió en esos momentos en que, pasadas esas etapas, había muchos vestigios de irreverencia. Incluso, en la esencia de la poesía mía esa es una constante, la irreverencia... Después vendría un libro que yo quiero mucho y es el dedicado a la amiga mía: ‘Partituras en sepia para La maga’, en el cual yo, mediante unos juegos estilo Julio Cortázar hago una especie de homenaje a mi amiga La maga”.

—Pero salido de Rayuela, maga que no es la de Cortazar...

“Sí, sí, sí: lo mío es otro asunto: yo describo situaciones que solo a esa maga pueden haberle ocurrido. Y aclaro: a La maga mía, no a la de Cortázar. En la de Cortázar funciona la imaginación del escritor, él forma el personaje... En la mía, el personaje está formado: yo me lo encuentro, lo miro de lejos, veo una acción y me digo: ‘Aquí está el poema’... Veía la situación en la que caía el personaje, a veces a la distancia, y me repetía: ‘Aquí está el poema’”...

—Como cuántos años en esas...

“Como cuatro años”.

—Van dos libros... ¿Y el resto de la obra?

“Hay otro libro que se llama ‘Bitácora del atisbador’. Lo abordo siendo ya consciente de que un poeta no es más que una especie de testigo, que abre una ventanita, se asoma, mira lo que está aconteciendo en la calle: recibe el soplo del viento ahí a través de la ventanita, recibe los pocos rayos del sol que puede permitirle la ventanita, recibe el contoneo de una mujer nalgona que pasa por la acera y...”

—¡Atisba! —grito.

“Atisba”, reafirma Mizaaar. “Atisba las lágrimas de un niño, la risa de un niño... Un niño en corcoveo tratando de atrapar una bola, lanzándose a la manera de Higuita... Todas esas imágenes... Y yo que ya tengo claro que lo que hace el escribano es anotarlas y transmitirlas...”

—Y vamos con el celular... Tú se lo dijiste en marzo pasado a Melisa Carpentier... Pero yo quiero escuchar ahora tu idea de incorporar ese aparato en un psalmo...

“Se trata de poetizar el reclamo a Dios, en un momento dado, por esa ausencia o carencia de minutos y el celular en la mano con deseos uno de decirle cosas a la novia, o al novio, al tinieblo, qué se yo, y se encuentra uno sin tal posibilidad por quedarse sin minutos...”.

—No es un secreto que la admiración por Mizaaar en Valledupar es inmensa, incluso allá en las Sabanas de Bolívar se le aprecia mucho al hombre. Pregunto: ¿Así como existe admiración por Mizaaar existe admiración por la poesía, como un todo? ¿Hay interés por ella de verdad-verdad?

“Yo creo que sí hay un sector del público, incluso de forma tradicional, en Atlántico, en Bolívar, en Magdalena, en el Cesar, un sector minoritario que siempre ha admirado a Luis Carlos López, ‘El tuerto’, en Cartagena; a Rasch Isla de Barranquilla, a Donaldo Bosa, a Héctor Rojas Erazo, a Amira De la Rosa, a Meira Del Mar: ese sector siempre ha encontrado esos laud, y se puede metaforizar —recuerdo que Meira tiene un libro que tiene algo que ver con el laud, ese instrumento que usan los hebreos para acompañar sus cantos a Dios—; siempre ha habido, incluso en Riohacha con todo lo áspera que es, inquietudes, una minoría que lee poemas y los escucha y los comprende. Y es que desde todas las épocas, en todos los países, la poesía ha sido de minorías, siempre. En unas estadísticas que estuve viendo alguna vez, quizás el cinco por ciento de los argentinos había leído una que otra página de Jorge Luis Borges, porque era para las minorías y... a los que les daba flojera pensar se excusaban diciendo que ‘este es un escritor para escritores, él escribe es para que lo lean los otros escritores... Como yo no soy escritor no lo leo’”...

—Para el poeta Mizar, ¿qué es la poesía en su plena esencia?

“Además de un estado emocional, la poesía es un estado de reflexión y un estado filosófico, en los que puede caer cualquier individuo en un momento dado, con unas condiciones favorables...”

—Inclusive sin que sea un poeta...

“Sí, sin que sea poeta; en unas condiciones favorables o desfavorables en unos instantes tú, sin estar cultivando los versos, puedes caer y encontrarte cometiendo acciones poéticas”.

—Por ejemplo...

“Tú te puedes conmover con que alguien le haya pegado a un caballo y salir tú a proteger o consolar ese caballo. Que es un momento de locura, puede que lo sea, pero es un momento poético. Te puedes encontrar con que un olor a heliotropo o un olor a ese jazmín que se siente solo en las noches...”.

—En especial en el sur de La Guajira.

“En ciertas poblaciones... Sientes tú ese olor y sientes que te invade y sientes que te dan ganas de hablar con ese olor y hacerle alguna confesión. Y podrás recordar y evocar y pensar ‘si aquí estuviera aquella morena que conocí aquella tarde allá en el Paseo Bolívar. Este olor se lo dedicaría a ella todo, la colmaría con ese olor’. En ese instante estás viviendo un instante poético: la naturaleza te ha llevado a ese momento poético”.

—¿Lo sensiblero es poético en algún momento?

“Sí, puede ser... Sí... Puede ser. Decía el poeta Fernando Pessoa que toda carta de amor es ridícula, que ciertas manifestaciones amorosas pueden ser ridículas. Hay que ver los estados de ridiculez en que caía El Quijote de La Mancha cuando le manifestaba su amor a Dulcinea del Toboso”.

—El mismo Romeo ante Julieta...

“Sí, el mismo Romeo. Otelo, que llega hasta la desfachatez de ahorcar a su amada por celos”.

—Y es un acto poético.

“Es un acto poético”

—Hermosamente magnificado por Shakespeare, ¿cierto?

“Así es”.

—En todo este entorno, a estas alturas de todo lo que hemos hablado, todo lo que ha transcurrido de su vida, ¿qué piensa Luis Enrique Mizar Maestre de Mizaaar?... El Mizaaar de La maga, el Mizaaar de Ledys, el Mizaaar de Ineris, el Mizaaar de Orellano, el Mizaaar de La colibrí...

“Mira: en estos momentos yo me siento en plena madurez. Y hace poco le estaba contando a Amelia que los científicos me han invitado a que yo tome una decisión con respecto a los padecimientos, estos que tengo... Ellos me dijeron “piénselo bien y nos comunica, dentro de dos o tres días”. Yo incluso le dije a mi hermana: “Ya tengo la decisión”. Y le dije también: “Mañana voy a procurar no comunicarme con nadie porque yo quiero tener la consciencia de que lo que vaya a ser va a estar en mí mismo... El ánimo debo dármelo yo mismo. Yo mismo debo tener el ánimo para decir “¡voy con esto!”. Porque, le digo, no quiero cadenas de oración, no quiero influencias externas. Yo quiero tomar una decisión plena y por eso debo estar incomunicado...”.

—Entonces, como amigo de tus últimos afectos, me siento intruso...

“Ya tengo la decisión, ya la tengo... No se echa para atrás, ya la tengo. Incluso al médico le dije: “Como yo he pasado por la academia, soy producto de una universidad, seguro que la decisión que voy a tomar es siguiendo el criterio científico”. Y es que así debe ser, porque ha sido así, hasta ahora”.

—De emociones no puede ser...

“No, de emociones no... Entonces, me encuentro siendo un individuo con mucha madurez que piensa, piensa y piensa tres veces antes de actuar una vez. Incluso, Amelia, la hermana mía, a la gente que desde Valledupar le pregunta “¿Ajá y que está haciendo el poeta?”, les dice, así me dice ella, que “pensando... Siempre está pensando”. Incluso una vez le decía a La maga que a mí me hubiera gustado que hubiera habido una facultad de pensar en las universidades. Que el pensar fuera una profesión, que a uno lo dejaran solo en eso: en pensar. Que a uno lo dotaran de un espacio para que se dedicara exclusivamente a pensar”.

—Y utilizando el verbo, ¿qué piensa Mizaaar de este mundo globalizado? ¿Cómo se ve ese mundo desde el pensamiento de Mizaaar?

“Este mundo globalizado, a los que más nos ha jodido es a los poetas. Como que nos ha matado ciertas emociones que sentíamos ante ciertos misterios que se daban, nos ha quitado el asombro ante ciertas informaciones. La comunicación corre rápido sin ser digerida”.

—Es decir: ya no hay espacio para la capacidad de asombro...

“Exacto. Se ha perdido bastante. Y es que en tanto tráfico de información y en esas pequeñas notas cotidianas o de costumbres que tú llegas y las das a conocer a través de un correo electrónico, de un Facebook o de una WhatsApp, esa serie de notas cotidianas, noticas de cuadros de costumbre, eso a veces evita que te informes de cosas más importantes”.

—En ese contexto, en dos palabras si fuera posible, ¿cómo se califican las redes sociales y las relaciones personales?

“Creo que todavía las redes sociales no han alcanzado la madurez para que en el contacto con ellas uno logre tener auténticos amigos, uno logre tener auténticos informantes. Aún se mama mucho gallo por ellas, hay mucha gente que todavía no lo ha asumido con la seriedad que se requiere...”

—Entonces, ¿estamos expuestos a qué?

“A la estafa, a la expoliación, a la falsía. Hay mucha exposición todavía: a las ofensas sin sentido, a la ordinariez, a la grosería. Hay mucha gente que no tiene personalidad y se esconde allí en un seudónimo para desvirtuar y desopinar de los otros”.

—El primer día que visité a Mizaaar aquí en la clínica me referí, al despedirme, a Dios, decía que Él decidiría a favor de Mizaaar. Pues bien. Ahora le pregunto: ¿Cómo definiría Mizaaar a Dios y cómo ve a Dios en el ámbito tecnológico?

“Dios es una entidad necesaria. Los pueblos necesitan a Dios, bajo los distintos nombres en que se le conoce. Y los humanos siempre tenemos en qué aferrarnos espiritualmente. Incluso en los momentos más gloriosos de la tecnología, no podemos olvidarnos de que somos espirituales. Y de que somos frágiles y que a veces invocamos esos dos vocablos: ¡Dios mío! Y nos inyectamos equilibrio. ¡Dios mío ayúdame! ¡Dios mío te dedico esto! ¡Dios mío que a mi amigo le vaya bien!”

—Así sea el peor pecador el que haga esa invocación...

“Claro... Yo acostumbro más que a pedir por mí, pedir siempre por mis amigos, por mis amigas...”.

—Me toca echar reversa en el tiempo, regresar con los recuerdos a Valledupar y precisar el desarrollo de aquellas sesiones en torno a ese afecto desinteresado con esas otras amigas del poeta, de pronto sus otras magas, como Ledys (Jiménez) e Ineris (Cuello). Digo: Y ahí viene otra pregunta, Mizaaar: ¿Cuál es el verdadero sentido de la amistad?

“La amistad es algo necesario y que se da en forma excepcional. Incluso, no todos estamos preparados para recibir o prodigar amistad, porque a veces nos hemos formado desde una educación egoísta. Y cuando uno es egoísta es imposible que pueda prodigar amistad. En la amistad uno tiene que aprender a que debe dar sin esperar ser recompensado. Por eso muy pocos practican la amistad”.

—En estos casos prima el interés...

“Claro... Claro”.

—Mizaaar: ¿Cómo definir al ser vallenato, más allá de la caja, más allá de la guacharaca, más allá del acordeón, más allá de juglarismo?

“El vallenato es muy tradicional, costumbrista, amante de su tejido familiar, que lo defiende incluso hasta con la muerte. Y con un gran sentido de pertenencia por su entorno y sus paisajes... Se sienten orgullosos de esa manera corroncha de hablar. Incluso de esa visión corroncha que tienen del mundo. El vallenato se enorgullece, se envanece siendo así, quiere ser auténtico...”

—En ese contexto, dentro de esa autenticidad, una forma de ver el mundo desde el aspecto corroncho, ¿cuál sería?

“Por ejemplo: creer que Valledupar es la capital mundial del vallenato, o creer que en Valledupar se bebe la mejor agua del mundo porque mana del río Guatapurí. Esos son lemas, mitos, que se han creado los vallenatos. Creer por ejemplo que la yuca es un elemento irreemplazable y que hace tanto bien como la música de los Zuleta...”

—O sea que ahí no cabe la papa...

“No, no, no...”

—Hay un poeta al cual no hemos tocado, de él no hemos dicho una sola palabra: Manuel Roca... ¿Qué representa él para Mizaaar?

“Juan Manuel Roca”, precisa Mizaaar. “Es un extraordinario poeta en cuanto a las coordenadas estéticas con las que trabaja. Y está muy bien informado sobre lo que acontece en la poesía a nivel universal. Muy leído, muy versado, es también un muy buen amigo. Una de esas personas a las que uno llama ‘buena persona’”.

—Ahí sí, para un vallenato, para Mizaaar, ahí sí el término “¡buena papa!”.

“Exacto, exacto”.

—Luis: ¿Por qué hay que leer a los malos poetas?

“Porque entre los malos poetas a veces uno encuentra que ellos escriben 500 frases y que entre esas 500 frases de pronto uno encuentra diez o veinte frases que quizá por error aparecen allí, pero que conmueven a otro humano. Y con esas veinte frases uno se olvida de que allí hay un mal poeta”.

—Bueno: a un buen y gran poeta como Mizaaar lo homenajea en Cartagena el Parlamento Nacional de Escritores... En torno a ese gran poeta Mizaaar se está pidiendo la edición y publicación de toda su obra en un solo volumen. ¿Esos dos aspectos que enaltecen la labor de Luis Mizar que representan para Mizaaar?

“Para mí constituyen un orgullo y una felicidad. Además, de que eso le va a permitir a La maga escoger los títulos de los libros que van a ir en esa selección, porque ella hace rato que quiere hacer eso. Como lectora de los libros míos, ella ya sabe cómo se va a ensamblar ese material”.

—Entonces, de Mizaaar hay mucho para estar en Cartagena diciendo: “¡presente!”.

“Sí, claro. Claro. Claro que lo hay. Lo hay para estar en Cartagena y para estar en otros sitios también”.

—Gracias, Luis... Gracias Mizaaar.

...

Este domingo 2 de agosto de 2015, Luis Enrique Mizar Maestre se sometía a la recomendación científica. Una decisión que le permite seguir viviendo para salir inmediatamente hacia Cartagena en este agosto a cantar sus poemas —entre sombras y claroscuros acogidos por murallas de historia— y espetarle al mundo, poéticamente, su gran verdad, casi literal: “Un candil encendido en mis adentros le da advenimiento a la cicatriz que ha llegado primero al lozano cuerpo que la herida que habría de propinarme el futuro…”

Tras la ejecución exitosa de la decisión tomada, su herida del presente es candil encendido en llamas de poesía para restañar tal cicatriz del futuro, un futuro rebosante de poesía para un poeta, para Mizaaar..

Bogotá D. C. agosto 2 de 2015

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